Jacques Tati, el eje creativo del cine de Wes Anderson

El mundo celuloide nos ofrece una gran gama de joyas exquisitas, pero para lograrlo hay mentes privilegiadas detrás. Un amplio abanico de directores que marcan épocas, hace historias e inspiran a nuevos cineastas para que lo clásico no se pierda y lo moderno continúe siendo fresco.

¿Quién es Jacques Tati, el director que influenció a Wes Anderson?

Podríamos comenzar diciendo que es la extravagancia poética en el cine de autor. Jacques Tati fue un autor puro que se especializó en el arte de la pantomima y el slapstick desde principios de los años 30’ hasta mediados de los 70, época donde transcurre su singular y fascinante filmografía. Un cómico, artista y artesano. Un visionario, tan decidido como determinado. Es uno de los autores más populares de la historia del cine.

Comenzó su carrera como cómico, principalmente protagonizando sketches deportivos en los 30’, participando en espectáculos de cabarets y music-halls. Sus influencias más evidentes se encontraban en el cine cómico mudo de Hollywood, en especial Buster Keaton. Fue actor en varios cortos, entre ellos «Oscar, Campeón De Tenis» (1932), dirigido por Jack Forrester. También colaboró como guionista para Jacques Berr o Charles Barrois. Luego de participar en la Segunda Guerra Mundial, Jacques Tati se volcó en el cine, dirigiendo cortometrajes.

Si bien su trayectoria fue corta, logró una relevancia significativa, con una influencia crucial en la evolución del cine contemporáneo. Grandes cineastas como François Truffaut, Aki Kaurismäki, David Lynch o Paul Thomas Anderson, entre muchos otros, han reconocido su impacto y la repercusión del cine de Tati en sus respectivas obras. Para Wes Anderson, que ha tomado y replicado la narrativa cinematográfica y un progresivo refinamiento de la estética, la huella de Tati marcó notablemente sus producciones.

Se convirtió en uno de los grandes del cine cómico europeo donde mediante el humor abrió paso a la reflexión, con una mirada poética sobre la condición humana. Los magníficos decorados al igual que los personajes, el uso del slapstick, el gag visual, hilarantes mezclas de sonido y escasos diálogos son otras constantes del estilo propio de Tati.

«Creo sinceramente que el cine cómico no está pasado de moda. Si fuera así yo no trabajaría en él. El público todavía tiene capacidad de reír y quiere hacerlo. Por tanto, si el mundo mecanizado no nos devora la hilaridad, tales películas seguirán produciéndose. Pienso que la nueva evolución del cine cómico será el realismo: el camino hacia la verdad. Realismo-verdad que casi nunca he encontrado en el cine cómico de antaño. Yo quiero crear -aunque trabaje en solitario- una escuela, con base en la interrogación que planteo, la reflexión que provoco y la decisión que hago tomar al espectador, haciéndole ver las dos caras de la vida: la triste y la risueña; ambas paradójicamente realistas», declaraciones del director francés al periodista e investigador español José María Caparrós, que le entrevistó en 1971.

A 39 años de su muerte sus películas siguen generando admiración universal.

El proceso de observación ante el que el espectador se encuentra remite al propio proceso creativo que Tati lleva a cabo para la creación de sus guiones. El director presenta a los personajes de una manera sutil y da pie a la imaginación a partir de entonces, sin la necesidad de que algo tenga que ocurrir. Él mismo creó la historia a través de la cotidianidad, la misma cotidianidad mediante la que los espectadores construyen la película, mediante la observación.

Algo en lo que Wes Anderson marca una diferencia con su humor y estética inconfundible. Es alguien que ha estado nominado a tres premios Oscar, también ha hecho comerciales, el último de ellos fue para la casa de moda Prada. Es un personaje peculiar y único como su cine, lo cual hace que inmediatamente se lo relacione con Jacques Tati. Las historias que protagonizan transitan entre lo infantil, la crueldad y el absurdo de la vida. Es como si su universo hubiese nacido roto y en cada película Anderson se esforzase en reconstruirlo un poco más. La forma de lograrlo es su estilo cálido, colorido, sus tomas simétricas, sus zooms, sus cámaras lentas, sus tipografías amarillas, el vestuario de los personajes, el preciosismo en los detalles y sus desplazamientos de cámara, consiguiendo piezas  ingeniosas y vistosas.

Un humor sutil un poco desaliñado y despistado, los disparates en historias con locura, varios pasajes melancólicos, donde sobresalen los colores brillantes terminan creando algo exclusivo, gracias a su imaginativa manera de poner en escena las historias. Un director que provoca a la vez una adoración devocional y un odio con una tirria demasiado venenosa.

Y ahora, «La Crónica Francesa», su última obra ha dicho que es «una carta de amor a los periodistas» (algo que no se dice con mucha frecuencia por estos días, especialmente, en días de clickbait y redacciones vacías, donde no existen más los héroes de la lectura lenta).

Una nueva producción fílmica donde su singular humor vibrante reaparece de manera más que original. Podrá gustar más o menos, pero su sello característico hace atrayente e indudablemente un magnífico homenaje al cine de Tati.

Si se oye algo de pop y de rock, si los niños parecen grandes y los grandes parecen niños, no hay duda: es una película de Wes Anderson.

 

Noelia Giacometto

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