CINE

Judy Garland: La mujer que sacrificó su felicidad para convertirse en un mito

Durante sus 47 años, Judy Garland vivió varias vidas y varias muertes, todas ellas recicladas en relatos simbólicos: el juguete roto de Hollywood, por el uso de anfetaminas para rendir más en los rodajes y barbitúricos para dormir desde que tenía seis años; la diva imposible, despedida de tres películas por sus constantes retrasos, sus ataques de ira y sus inconvenientes intentos de suicidio; el ícono gay, con el que el colectivo se identificó por ser una persona sufrida, ridiculizada y abandonada, que recurría al vodevil dentro y fuera del escenario para sobrevivir; o la vieja gloria, actuando en un cabaret de Londres por 100 dólares la noche.

Un enorme talento con una vida tormentosa. Aquel Hollywood de la era clásica, siempre tuvo dos caras: una hermosa, en más de un sentido, con películas extraordinarias, imágenes atractivas, hombres carismáticos, mujeres bellas y elegantes a los que el público veía como seres que se movían en un mundo feliz y artificial de glamour.

La otra, la cruel, residía en un Hollywood que les exigió a estas estrellas hasta enloquecerlas. Hay, de hecho, varias películas sobre este asunto, como «Sunset Blvd» (1950), en la cual el director Billy Wilder reflexionaba sobre este aspecto oscuro de una industria de la cual, al mismo tiempo, se sabía miembro.

Todo esto fue algo con lo que Garland constantemente convivió. Entre el coqueto de ambos lados, hasta un punto que no lo podía manejar, fue la que más reflejó esa ambigüedad de la industria. Fue es un ejemplo perfecto de la irresponsabilidad de una industria a la hora de explotar a una joven y del hambre demencial por la fama.

Tenía tan solo treinta meses cuando participó por primera vez como actriz y cantante junto a sus hermanas en un teatro de su propio padre, Frank Gumm. Luego, dando sus primeros pasos actorales llegó a trabajar en Hollywood a sus 13 años. Si bien ya en esos primeros años aparecía en películas importantes, perfilándose como gran actriz y cantante (tenía en su haber varias cintas con Mickey Rooney); durante ese entonces era obligada a consumir todo tipo de fármacos para tolerar una infinidad de sesiones de rodaje. A su vez, la apariencia física de Garland no encajaba en los patrones de belleza de las estrellas de la época y en muchas ocasiones se sentía poco atractiva al lado de sus compañeras, sumado a ser frecuentemente juzgada como inaceptable por la MGM. Esto le causaba gran ansiedad por lo cual tendía a sufrir de frecuentes crisis nerviosas y a padecer de anorexia (algunos de los detonantes para un después trágico).

A los 16 años interpretó a una niña de 12 en «El mago de Oz» (1939), un reto que superó a la perfección, realizando una película con un gran éxito tanto de crítica como del público. Su carrera se despegó aún más, convirtiéndose en un ícono para la comunidad gay, debido a que vieron en el filme una serie de símbolos sobre el significado de esa sexualidad, como también por los simbolismos ocultos de muchos filmes de ella, como «Meet Me in St. Louis» (1944) o «The Clock» (1945), entre otras, por la fragilidad y la fuerza de los personajes que encarnó.

Tras 15 años el estudio, Metro-Goldwyn-Mayer la liberó de sus contratos, y realizó exitosos conciertos. Además, apareció en especiales de televisión. En 1954 regresó al cine con la cinta «Ha nacido una estrella», por la que ganó el Globo de Oro a la mejor actriz de comedia o musical y fue nominada al Óscar como mejor actriz.

Entre los premios que recibió a lo largo de su trayectoria se encuentran: el Premio Óscar, el Globo de Oro, el Cecil B. DeMille, el Grammy y el Tony.

A pesar de sus triunfos profesionales, su éxito se vio enturbiado por sus problemas psicológicos, adicciones y disturbios financieros. Sin embargo, nadie duda de que su quiebre – tanto en su ascenso como estrella como en su descenso lento y progresivo al infierno de las adicciones – vendría a partir de la legendaria «El mago de Oz» («The Wizard of Oz»,1939).

Durante 1940 Garland protagonizó tres películas: «Andy Hardy Meets Debutante», «Strike Up the Band», y «Little Nellie Kelly», asentado su carrera, ya que el éxito de estos tres filmes convirtió a Judy en una de las principales actrices de la MGM.

A sus 21 años de edad comenzó un tratamiento de belleza en el que le aclararon el color de su cabello. Aun siendo notorios los cambios en su aspecto físico, con el teñido, un maquillaje más obvio y vestidos más sugerentes en sus fotos publicitarias, ella siguió sintiéndose insegura con respecto a su apariencia. Sus problemas emocionales tomaron tal relevancia en su vida que por un lado fue algo que potenció sus interpretaciones, un vehículo en cual podía sentirse a gusto y evadir aquellas tormentas que pesaban en ella, así como también acabar con su brillo sobre la pantalla, el cual poco a poco se fue apagando. A pesar de ello, logró convertirse en una artista que dejó un legado enorme de actuaciones que entendían a la perfección el arte cinematográfico.

La inseguridad respecto a su imagen sería algo que la perseguiría toda su vida, lo que irónicamente también la resaltaría en la industria, pero nunca logró amigarse con ella misma, dejándose consumir por su lado más oscuro. Cuando parecía que podía encontrar cierta estabilidad, el fantasma de las adicciones estaba ahí. Consumía somníferos contra el insomnio y estimulantes para estar activa durante el día, a eso había que sumar la ingesta de alcohol, así como las sobredosis que eran habituales en la actriz, al igual lo eran los intentos de suicidio.

Pero más allá del éxito, lo que Judy buscaba y quería era tener una familia, sentir la seguridad del hogar que jamás tuvo. Un padre homosexual que terminó abandonando a su madre y hermanas, marcando los cimientos en sus inseguridades y llevándola a sus complejos físicos, el poco control de sus impulsos y relaciones tormentosas desde muy joven. «Ansiaba su amor mucho más que la adoración de sus fans, que no eran más que desconocidos». Solía creerse sus propias historias, y vivir en un mundo alterno. Una vida destruida en plena juventud.

Apareció en más de 30 películas, fue la mayor estrella del cine musical, de las más completas del Hollywood y fue nombrada como un ícono del movimiento LGTBI. Se destacó por su prodigiosa voz para el canto y por su gran versatilidad como actriz, creció y vivió demasiado rápido, se transformó en un clásico de los primeros años 60’, obteniendo 4 nominaciones al Emmy. Regresó al cine nuevamente con un papel secundario en «Vencedores o vencidos». Posteriormente haría «Ángeles sin paraíso» de John Cassavetes, y el musical «I Could Go Singing», su última película, alternando con las giras. Su último concierto fue en 1969 en Copenhague.

De su relación con Vincente Minnelli, considerado el padre de los musicales modernos, tuvo a su hija Liza Minnelli. Tras su divorcio, tiempo después se casó con Sidney Luft, quien se convirtió en su representante. Tuvo dos hijos Lorna Luft y Joseph Luft.

Viviendo entre el trabajo duro, la fama y terribles depresiones, su vida terminó a los 47 años. La versión oficial dice que fue un paro cardíaco accidental, otros dicen que falleció por daño hepático, pero otros apuntan a la anorexia; probablemente fue causada por la suma de todo lo que confrontó en su vida entera. Aquella imagen de una juventud alegre e inocente que proyectaba a través de sus películas no fue lo que vivió detrás de las cámaras. Un ritmo de vida insostenible y maltratada por una industria que le quiso exprimir hasta el último aliento para convertirla en una estrella, fue condenada a convivir con sus cicatrices durante el resto de sus días.

La legendaria artista es reconocida y recordada por su brillante aporte y enorme talento que le brindó al cine y a la música, razón por la cual llegó su homenaje mediante la biopic protagonizada por Renée Zellweger, la cual finalmente se llevó el Oscar, y dirigido por Rupert Goold («Una historia real»), centrándose en los últimos años de la artista desde la batalla por la custodia de sus hijos más pequeños hasta su mudanza a Londres para poder ganarse la vida como cantante. Las adicciones y los traumas la acechan durante toda una película que busca poner en contexto a la Judy Garland que todos conocimos a través de las películas.

Catalogada como la octava mejor estrella femenina de la historia del cine, Judy Garland es una leyenda e ícono que prevalece en nuestros días.

Noelia Giacometto

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