¿Cómo envejeció «The Office»?
Desde su estreno hasta la actualidad, la versión estadounidense de “The Office” ha sabido cosechar millones de fanáticos. Incluso a seis años de la emisión del último episodio, la serie no pierde vigencia: Netflix de Estados Unidos confirmó que es la más vista en la plataforma (superando a la clásica “Friends”) y en Internet abundan los memes que hacen referencia a los momentos icónicos de esta comedia. Sin embargo, no ha podido escapar de la sociedad del 2019 y la hipersensibilidad que la caracteriza, y de vez en cuando surge el debate acerca de si es una producción “problemática” por el tipo de humor que maneja.
En realidad, es difícil definir si una película o serie envejeció bien. Las producciones cinematográficas, como cualquier otro producto socio-cultural, se inscriben en determinado momento histórico. No es lo mismo pensar en lo que se aceptaba hace veinte años atrás y compararlo con la resistencia social que hoy existe con respecto a algunos temas. De alguna manera, la mayoría de las cintas envejecen mal, y hay que agradecer que así sea, porque eso habla de la evolución social.
Sin embargo, ¿qué sucede con “The Office”, una serie que hace humor con cuestiones raciales, gordofóbicas y homofóbicas? ¿Cómo envejeció a quince años de su primera emisión?
Lo que pasa con esta serie es curioso y un tanto contradictorio. Por un lado, se la ataca por ser insensible con las problemáticas sociales —incluso Steve Carell, protagonista, considera que sería imposible hacerla hoy porque el contexto no lo permitiría— pero al mismo tiempo es una gran favorita del público. Sin dudas, hacer el humor que predomina en esta serie es difícil, porque trasgrede constantemente los límites de la corrección política. Hoy no podemos pensar en una producción que haga chistes homofóbicos y que provoquen risa, porque eso despertaría una ola de críticas que ninguna productora estaría dispuesta a afrontar. Sin ir más lejos, la serie “Insatiable”, original de Netflix, tuvo que soportar reacciones negativas por jugar con el humor satírico. Para poder disfrutar de esta manera de hacer reír, “es necesario que los espectadores tomen distancia de sus creencias”, según Santagada y Perosino. Así, negociando con nuestros constructos morales más intrínsecos, podemos aceptar que se puede hacer humor incluso con lo que en condiciones habituales nos sería inaceptable.
En “The Office” sucede algo particular: el objeto de risa no suelen ser las situaciones que se presentan, sino la manera en la que los personajes reaccionan ante ellas. No nos reímos con los personajes, sino que nos reímos de ellos. Nos da gracia su falta de adaptación social, sus ocurrencias, su ignorancia. Por ejemplo, cuando se da una situación cómica entre Michael Scott, jefe de la oficina interpretado por Carell, y la homosexualidad del personaje Oscar Martínez (Oscar Nuñez), nos da risa que el primero sea tan retrógrado e ignorante y que no pueda darse cuenta de que lo es. Y funciona, porque critica a los estereotipos a la vez que reúne el sentido común en Michael Scott: él quiere mostrar que no es homofóbico, entonces intenta besar a Oscar para probarlo sin darse cuenta de que ese acto es ofensivo. Y esa misma lógica opera en la vida real cuando alguien para excusar sus actitudes homófobas dice que “tiene un amigo gay”.
Lo mismo sucede cuando Michael Scott tiene actitudes machistas. Uno no se ríe con él cuando dice algún comentario misógino, sino que le da gracia que nadie más le festeje los chistes y que él no pueda darse cuenta de que no está siendo gracioso. Así, lo que termina siendo cómico es que, cuando suceden situaciones en las que el objeto humorístico está relacionado con cuestiones políticamente incorrectas, el personaje queda en ridículo y él no puede reconocerlo.
Entonces, si “The Office” construye el humor de manera tal para que nos riamos de los personajes, ¿podemos considerarla ofensiva? Eso dependerá de la distancia que cada uno pueda tomar con lo que considera moralmente incorrecto. Por ejemplo, hoy no es políticamente correcto hacer chistes con cuestiones raciales y es entendible el por qué: durante mucho tiempo, en nombre del humor, se banalizaron los reclamos de las minorías raciales y la opresión quedaba enmascarada. Pero, si los guionistas son ingeniosos, pueden usar el humor como un arma para ridiculizar, en este caso, al racista y sus argumentos.
Y de alguna manera, esta forma de comedia funcionó durante nueve temporadas y sigue rindiendo frutos hasta la actualidad. A primera vista, es fácil determinar que “The Office” no logró envejecer bien porque construye lo gracioso alrededor de aquello con lo que no se bromea. No obstante, si miramos un poco más a fondo, podemos estar de acuerdo en que la serie no es racista, ni homofóbica, ni machista. Los personajes lo son y los guionistas logran ponerlos en ridículo constantemente, cuestionando desde el humor un montón de presupuestos sociales que hoy resultan obsoletos.
Micaela Gallo