CINE

Crítica de «Destino Final; Lazos de Sangre» de Zach Lipovsky y Adam Stein (2025)

La saga de «Destino Final» es una franquicia nacida de esa sed de terror adolescente generada por «Scream», mezclada con el encanto de sobrenatural inexplicable a lo «Expedientes Secretos X»: un slasher en el que asesino es la muerte misma en forma de una incorpórea fuerza de la naturaleza. Afortunadamente su éxito vino justo antes de que «El Juego del Miedo» pateara el tablero y el interés pase de lo sangriento a lo grotesco.

En «Bloodlines», la protagonista del film no tiene una premonición que salva su vida de un evento fatal sino que es atormentada por un sueño recurrente en el que ve una visión ajena de muchos años atrás. Su insistencia va a acercarla a algunos secretos familiares y ofrecerle a su familia extendida la chance de unirse en medio de las tragedias.

Las ganas del film de ofrecer algo «fresco» dentro de la franquicia es palpable, aunque afortunadamente el creador continúa involucrado para entender que lo más interesante que puede hacer es mantener la esencia de la misma. Es una pena que las cosas nuevas que trae la peli también la vuelven algo más genérica, en especial teniendo un tratamiento estético más cercano a la televisión que a lo cinematográfico. Algo que de todas maneras se podía llegar a ver venir siendo que las pelis anteriores del dúo de directores incluyen proyectos como la versión live-action de «Kim Possible».

Si bien los personajes nunca fueron el fuerte de la franquicia, supo ofrecer uno o dos por película que estén por encima de servir simplemente como futuros cadáveres. En esta nueva entrega quizás el único que destaca es el primo emo interpretado por Richard Harmon («The Killing», «The 100»). Pero en estas películas el punto de interés de realizadores y audiencias por igual siempre fueron las muertes, ofreciendo sangre imaginativa con algo de ironía en algunas e incluso unos toques de «máquinas de Rube Goldberg» para demostrar el efecto mariposa ocasionado por la parca.

El problema es que en «Bloodlines» la mayoría de las muertes podrían haberle ocurrido a cualquiera, en lugar de ser un reflejo de sus personajes. No es casualidad que la mejor sea la más personalizada y que el resto solo tengan el impacto momentáneo del gore por CGI. Es una pena que tantas de las muertes sean con efectos digitales, ya que reducen su impacto a un simple shock superficial e impide que se sientan como algo más que una muerte en un videojuego.

Lo mejor que tiene «Destino Final: Lazos de Sangre» es que no busca reinventar la rueda de una franquicia muy disfrutable, pero sus intentos por darle algo de frescura no terminan dando frutos. Lo peor es que en lugar de aprovechar que sus raíces serían muy atractivas en el panorama de carteleras poco interesantes actual, decidieron bajar el nivel de lo que ya era pochoclo de los 2000s al nivel de entretenimiento genérico que hizo que hoy en día la gente apueste cada vez menos por ir al cine. Seguramente el encanto de la premisa y el hecho de que las riendas continúen relativamente en manos del creador se aseguren un módico éxito en taquilla ante nuevas audiencias, pero para aquellos que recuerden entre risas las anteriores (especialmente la trilogía inicial) va a ser importante que tengan en mente que esta es una versión menos interesante de lo que ya han visto.

Puntaje:

       

Tráiler:

  Leandro Porcelli

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