Crítica de “El Estudiante” de Santiago Mitre (2011)

Todos los 21 de septiembre en Argentina se celebra el Día del Estudiante, y el hecho de que coincida con el inicio de la primavera es una mera coincidencia: en realidad es en conmemoración a Domingo Faustino Sarmiento, quien, durante su mandato presidencial, hizo especial hincapié en el fomento de la educación. Sin embargo, ser estudiante no significa solamente pasar horas frente a los libros; a veces, según el contexto, otras implicancias entran en juego, como por ejemplo la militancia política, y “El Estudiante” de Santiago Mitre focaliza en esta cuestión.

“El Estudiante” (2011) sigue a Roque Espinoza, un joven del interior del país, quien decide mudarse a Buenos Aires para iniciar sus estudios universitarios. Cuando llega a la facultad, a través de una chica de la cual se enamora, comenzará a hacer carrera dentro de la militancia política universitaria.

En esta cinta, que es la ópera prima del director, convergen varios temas: por un lado, los intereses románticos del personaje —que no tendrán demasiada importancia más allá de servir como medio para que Roque tenga contacto con la vida política dentro de la facultad—, la militancia en sí misma y, también, los enredos y traiciones que son moneda corriente dentro de la política. Sin dudas, estas dos últimas cuestiones son las que distinguen y le dan identidad a la cinta, porque existe cierta vacancia acerca de cómo se vive la política —e incluso la influencia que la militancia estudiantil ha tenido en diferentes momentos históricos en Argentina— en el contexto universitario.

Así, el rol de la militancia en el espacio educativo tiene un papel preponderante. Está ambientada, y también fue rodada, en la Facultad de Ciencias Sociales (FSOC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y logra retratar tanto sus espacios como su cuerpo estudiantil de manera excelente. Si bien ya no es el edificio en el que se suele cursar, consigue condensar su particularidad en cada toma, y la manera en la que el director elige filmarla la convierte en un personaje más de la historia.

Quizás no retrate a la perfección cómo funciona internamente la actividad política en la universidad, pero sí triunfa en mostrar cómo se inserta en la vida estudiantil. La Universidad de Buenos Aires es una de las instituciones con mayor participación política por parte de sus estudiantes, y es interesante la manera en la que Mitre elige contarlo.

Se apoya en un buen guion —escrito también por el director—y en actuaciones que son realmente destacables. El arco del personaje de Roque Espinoza está bien trabajado, desde su inicial interés movido por la atracción a Paula, una profesora que también es militante, hasta su desencantamiento con el sistema político. Aunque las interpretaciones no son ambiciosas, son ideales para la historia que se intenta contar. El elenco, encabezado por Esteban Lamothe en la piel del protagonista, Romina Paula, Valeria Correa y Ricardo Félix, encara a los personajes con mucha naturalidad y, sobre todo, credibilidad.

En síntesis, es una propuesta muy particular, pero en un buen sentido. Si bien gira alrededor de la política, no toma ninguna postura partidaria explícita. Pone el foco en cómo la juventud es de por sí una etapa en la que la militancia y las convicciones suelen estar presentes con fuerza, y refleja muy bien cómo se vive la política en las universidades públicas, contada mayormente mediante planos cortos que le dan un carácter de intimidad al filme.

Sin dudas, es una muy buena primera película, que muestra un lado de la vida académica que no suele ser tan abordado, pero que está presente en muchos casos, de la condición de estudiante.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Micaela Gallo

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