Crítica de «Flash» de Andy Muschietti (2023)

Por lo general solemos complejizar demasiado una cuestión tan simple como que las películas nos gustan o no. Puede abrirse el juego a cualquier tipo de análisis y exploración acerca de los porqué de nuestras sensaciones, pero al fin de cuentas la alineación subjetiva que se logra con la inmersión de uno en un filme termina triunfando o cayendo derrotado devastadoramente ante cualquier tipo de lógica que se le intente imprimir a nuestras experiencias. El problema puntual con «Flash» es que resulta muy difícil pensar en otra película con tantas razones claras para que a una gran mayoría no le guste.

Cuanto menos se haya visto en trailers y en internet, más chances hay de que algo te atrape. Por lo que un proyecto con un marketing multimillonario ya tiene un poco las de perder. Aunque también entran a jugar en ese momento los detalles: sin dudas la presencia estelar de Michael Keaton repitiendo su papel como Bruce Wayne en las «Batman» de Tim Burton es un gran llamado de atención hacia la audiencia, pero luego su rol tiene que satisfacer fans que llegan con expectativas. En este caso regala buenos momentos y sorprende un poco que se haya vendido tanto la película desde su presencia cuando se trata más bien de un papel algo satelital. Lo bueno es que al centrarse más en Flash que en Batman se permite que el centro dramático de la cinta recaiga sobre un protagonista que logra entretener y conmover. Lo malo es que este es Ezra Miller, quien insiste con redimensionar el término «canceladísimo» bailando al borde de lo criminal.

Las grandes fortalezas entonces de una trama totalmente repleta de giros, vueltas y complicaciones son en primer lugar que está en manos de un director como Andy Muschietti que busca casi que primero y principal entretenerse a él mismo. En segundo lugar, pero no por ello menos importante, es que se trata a grandes rasgos de una adaptación de una de las historias más importantes de la era moderna de comics. Esta adaptación cambia innumerables detalles, pero no solo logra mantener una interesantísima aventura sino que a la vez mantiene intacto el centro emocional que sirve como motor de toda la trama. La emotividad que hereda de «Flashpoint» y el insistente humor (la mayoría de momentos en los que funciona bien) que le imprime Muschietti forman una experiencia realmente pochoclera con bastantes risas escudadas por algún que otro lagrimón.

El mayor problema lamentablemente para esta «Flash» es que una porción bastante grande de la potencial audiencia ya decidió su veredicto antes de sentarse a verla, pero además que otro porcentaje no tan menor de gente termine durante la experiencia viéndose incapaz de conectar con ella como toda persona dispuesta a ver realmente una película debería hacer. La calidad de los efectos por computadora son siempre un gran síntoma, pues «Jurassic Park» no podría bajar de ser una muy buena película por más malos que fuesen sus efectos ni puede una mala película salvarse por más excepcional sea su CGI, pero aún así es inevitable que audiencias hoy en día se sienten en una sala como desafiando a la peli a que «se los gane» en lugar de entregarse con honestidad a una propuesta. Esto se hace mucho más difícil cuando también se sabe que se trata de una producción con décadas de problemas infinitos, es protagonizada por un actor problemático al punto que el planeta entero le suelte la mano y se asemeja demasiado al desfile de cameos que resultan varios de sus pares.

La realidad es que «Flash» atenta ante la inmersión de su audiencia y es resultado más de sortear o ignorar sus problemas que otra cosa. Pero a pesar de haber muchas razones por las que «Flash» no está ni cerca de ser excelente, terminó con los encantos suficientes como para caer bien a los pocos con suerte para ser capaces de permitírselo.

Puntaje: 


 

 
Tráiler:

 

 
Leandro Porcelli

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