Crítica de “La La Land” de Damien Chazelle (2016)

“La La Land” logró capturar la atención tanto del público como de la crítica. Damien Chazelle había probado su talento en el ámbito musical con “Whiplash” (2014) y la cinta de Emma Stone y Ryan Gosling reafirmó aquello mostrado en el film anterior.

La película cuenta la historia de Mia (Emma Stone), una aspirante a actriz que trabaja como camarera, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, quienes se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima amenaza con separarlos. El argumento es bastante simple y no tiene nada que no hayamos visto en otras cintas. Sin embargo, lo interesante de esta propuesta audiovisual no pasa tanto por el “qué” sino por el “cómo” está contada la historia.

Ni bien comienza la película uno puede advertir que estamos ante algo especial. Una placa nos adelanta que nos encontramos frente a un relato realizado en “Cinemascope” (sistema de filmación que comprime una imagen estándar en el cuadro de 35 mm, para luego descomprimirlas durante la proyección, logrando una proporción que puede variar entre 2,66 y 2,39 veces más ancha que alta). Esta vuelta al fílmico y en una imagen más ancha nos permite disfrutar con mayor detalle los movimientos y desplazamientos en los números de baile y canto.

Luego, la acción se sitúa en un día caluroso en la autopista de Los Ángeles, los autos se hallan parados ya que se produjo un embotellamiento, la cámara pasa por los distintos vehículos donde se puede apreciar que cada uno está escuchando estaciones de radio y canciones diferentes. Abruptamente comienza el primer número musical “Another Day Of Sun” que permanecerá grabado en las cabezas y retinas del público por su ingenio. Esta apertura se desplaza constantemente de un costado a otro de la autopista en un plano secuencia inolvidable. Así comienza la nueva película de Damien Chazelle en una elegante y refinada secuencia.

Asimismo, ya desde el comienzo se puede apreciar el sumo cuidado y detalle que se le dio a la imagen. La dirección de fotografía a cargo de Linus Sandgren (“American Hustle”) es otro de los puntos altos de esta película. La paleta de colores resulta ser muy colorida, con predominancia de tonos cálidos bien saturados. Otro ejemplo de que trata de evocar aquella magia de los musicales clásicos de Hollywood tales como “El Mago de Oz” o “Cantando Bajo la Lluvia”.

Sandgren afirma que “usar fílmico no era realmente ser nostálgico”, sino “capturar la riqueza del color que el video digital simplemente no da, a menos que lo añadas durante la postproducción”. La frase común “lo arreglamos en post” es lo que instó a Sandgren a hacerlo perfecto durante el rodaje.

El vestuario y los escenarios comprenden otro punto fuerte del film. Las locaciones nos muestran la ciudad de Los Ángeles como nunca antes fue vista. Se nota el amor que le imprime el autor a los pequeños clubes de jazz, los estudios, el observatorio del Griffith Park y el Lighthouse Café de Playa Redondo.

Otra razón para ver “La La Land” la comprende la inmensa química que presentan Ryan Gosling y Emma Stone, que ya había sido demostrada en filmes como “Loco y Estúpido Amor” (2011) y “Gangster Squad” (2013).

Las coreografías y la música del film están a cargo de Justin Hurwitz (música) y Mandy Moore (coreografías), quienes ya formaron una asociación creativa con Chazelle en películas anteriores. A ellos se les suman los letristas Benj Pasek y Justin Paul, especializados en musicales de Broadway, y el productor musical de “Moulin Rouge”, Marius de Vries, quienes nos otorgan melodías geniales como “City Of Stars” que le valió un Oscar a Mejor Canción. Visualmente los números musicales poseen un magnetismo envidiable, con una cámara que se encuentra en constante movimiento y nos muestra con gran fluidez los movimientos de los actores (hay pocos cortes, se usan mucho los planos secuencia y de larga duración para aumentar dicho efecto).

En definitiva, “La La Land” presenta muchos elementos que la convierten en un muy buen musical. Una propuesta visualmente majestuosa, con composiciones musicales impecables de Justin Hurwitz, y un gran despliegue cinematográfico de Chazelle. Un film realmente hermoso a nivel técnico y expresivo. Una película que vale la pena ver.

Puntaje:

Tráiler:

 

Martín Goniondzki

 

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