Crítica de «La Sustancia» de Coralie Fargeat (2024)
No es muy usual que una película consiga estar a la altura de sus influencias. Tampoco ocurre muy seguido que las grandes ambiciones vengan acompañadas de una ejecución que logre hacer que el trabajo trascienda lo simplemente efectivo. La directora Coralie Fargeat consiguió sorprender y entusiasmar al mundo cinéfilo con su ópera prima en 2017, la celebrada «Revenge» combinaba el revival de un género que en los papeles había quedado atrás en el tiempo con una perspectiva moderna y una ejecución audiovisual que superaba toda expectativa. Bueno, Fargeat lo hizo otra vez.
Demi Moore interpreta a una superestrella de los programas matutinos de fitness en Los Ángeles, que tras tantas décadas de éxito rotundo escucha a su vulgar jefe (encarnado por Dennis Quaid) confesar que es tiempo de reemplazarla con «carne joven». Es entonces cuando la contactan de un proyecto secreto ofreciéndole una droga aún experimental que le devolverá la experiencia de volver atrás en el tiempo y tener nuevamente un cuerpo joven. El resultado son secuencias de escalante body horror, un descenso vertiginoso al thriller psicológico y una Demi Moore que comparte sus semanas entre su cuerpo actual y uno nuevo interpretado por Margaret Qualley.
Con «Revenge», la directora Fargeat logró atraer no solo a aquellos interesados en una reinterpretación apta para tiempos modernos del género de venganza siempre asociado con la sexploitation sino también gustar a esos que seguramente hubiesen atacado el intento si no fuese por su realización excepcional. En «La Sustancia», y a pesar de cambiar director de fotografía y encargado de la banda sonora entre ambos proyectos, ofrece una nueva estética entre cautivante e intoxicante. La fotografía es impecable pero a la vez ambiciosa, particularmente por parte de un trabajo de cámara que se resiste a complacer esa vieja regla de «hacer que la gente se olvide que alguien está dirigiendo», mientras que el soundtrack logra acompañar y crear ambientes tan disparejos como la depresión más autodestructiva del personaje de Demi Moore o la explosión de efusividad que genera esta ¿nueva? vida que arma en el cuerpo de Qualley. Tema aparte el guion tan excepcional que consigue, al igual que la ópera prima de Fargeat, explorar la violencia inherente a la que se expone a la mujer por hacerlas centro de obsesiones estructurales tanto sociales como económicas, o en el caso de «La Sustancia» la combinación de ambas: la fama.
La película le da a ambas actrices, e incluso al decididamente secundario Quaid, la oportunidad de brillar como en pocos de sus respectivos proyectos. Pero obviamente la mayoría de ojos poco familiarizados con Fargeat se posarán en el proyecto por el gran regreso de Moore, que a grandes rasgos no está en una peli destacable en la gran pantalla desde los 00s o incluso los 90s. Este regreso es espectacular, y seguramente se gane calificativos como «valiente» debido a como trata de forma explícita la temática universal de la vejez incluso más allá de las puertas de Hollywood. No alcanza calificativo para la interpretación de Moore pero en especial para el compromiso no solo de ponerle la piel a un rol que la deja al desnudo en más de un sentido, sino además que se haya comprometido al máximo con una propuesta tan de género. Está claro que sus décadas de experiencia la ayudaron a identificar que este guion, que seguramente se leía como una verdadera locura, podía llegar a competir por la Palma de Oro e incluso hacerse con el premio a Mejor Guion en el Festival de Cannes.
Puntaje:
Leandro Porcelli