Crítica de «Sting: Araña Asesina» de Kiah Roache-Turner (2024)
Puede sonar a facilismo, pero hay películas que verdaderamente se sienten como de otra época. Aunque siempre vale distinguir si es así debido a sensibilidades innatas del género y el gusto de sus autores, o fruto del dedicado trabajo que busca recuperar experiencias de décadas pasadas para rescatar valores que a la cartelera moderna suelen faltarle.
En la tradición de pelis de terror ochentosas casi para toda la familia, «Sting» es una película con una protagonista infantil que se vuelve la heroína de una catástrofe que debería excederla como le sucede a los adultos que la rodean. Su historia, como tantas otras, comienza con un asteroide que cae del espacio trayendo a un pequeño edificio una araña bastante particular. El mundo de Charlotte (Alyla Browne de «Furiosa» y «Sonic 3») en este fuerte invierno se reduce a ayudar con su hermano recién nacido, leer cómics y pasearse por los pocos departamentos del edificio que pertenece a su tía abuela. Su padrastro, por otro lado, tiene el plato lleno intentando mantener a flote a su familia como padre primerizo y evitar que el edificio se caiga a pedazos siendo el encargado contratado de mala gana como favor familiar.
El drama familiar es ligero pero con el peso apropiado para que sirva como fuente de motivaciones para los personajes y de tensiones para la audiencia. Charlotte y su padrastro comienzan la película intentando llevarse bien mientras colaboran en el cómic que él está intentando publicar, siendo su relación el centro sentimental de una cinta que en el minuto a minuto va a mantener su foco en exprimir los miedos lógicos que pueden surgir de una pequeña araña asesina que crece cada vez que consume una nueva víctima. Quizás la sorpresa más grande de un proyecto que en sí mismo está compuesto casi enteramente por gratas sorpresas es cómo el personaje del padrastro interpretado por Ryan Corr logra desarrollar, en medio de una peli sobre una niña luchando contra una araña asesina, las ansiedades de dar ese paso adelante en la adultez que es formar una familia o convertirse en el sostén económico y sentimental de la misma.
El equilibrio que parece buscar (y encontrar) el filme es provocarle a los espectadores que no sufren de aracnofobia alguno de los miedos que tan naturalmente le vienen a la cabeza a aquellos aterrados con los insectos de ocho patas. El director y guionista Kiah Roache-Turner consigue efectivamente escenas de desarrollo familiar entrelazadas con algunas muertes que aprovechan de buena manera su gimmick arácnido. Es destacable como esta producción australiana mantiene siempre en foco todas sus cualidades cinematográficas y de guion sin que se sientan problemas de presupuesto o de un director cuya experiencia es en producciones algo más independientes. Mezcla algo de sustos con varias risas bien buscadas, pero complementa ese humor y tensiones con una narrativa que tiene muy claras tanto sus prioridades como fortalezas.
«Sting» es una de esas pelis de terror no tan infantiles pero para el disfrute de un grupo familiar que ya no ofrece tanto la sala de cine, pero más importante aún es una experiencia que recompensa a todos los espectadores que deciden darle una chance a la simple e interesante premisa de una arañita asesina del espacio.
Puntaje:
Leandro Porcelli