Crítica “Terminator: Destino Oculto” de Tim Miller (2019)

Así como dice el dicho “El que avisa no traiciona”, Arnold Schwarzenegger nos avisó que volvería, con su distintiva frase “I’ll be back”, y lo hizo, en este caso personificando nuevamente al Terminator T-800, su papel más icónico, en una sexta y última entrega de la saga que arrancó en 1984.

“Terminator: Dark Fate” nos trae devuelta a Sarah Connor, quien esta vez deberá unir fuerzas con una mujer mejorada cibernéticamente con el fin de proteger a una joven de un nuevo Terminator que viene del futuro a asesinarla.

Tim Miller, cuya única obra hasta el momento era la aclamadísima “Deadpool” (2016), regresa, esta vez de la mano de James Cameron, para buscarle un cierre digno a una franquicia llena de altibajos y que nos dejó un mal sabor en la boca con su último film. Esta nueva película funcionará como una secuela directa de “Terminator 2: El juicio final”, provocando así que los largometrajes subsecuentes ocurran en líneas de tiempo paralelas a ella.

Como primer punto, es importante aclarar que “Destino Oculto” no es una película innovadora. La vuelta de James Cameron a la franquicia sirvió para tomar en cuenta los errores denotados de las tres entregas anteriores y para volver a la esencia de su trabajo original repitiendo el planteamiento de la trama general, pero con un guion más firme, con olor a nuevo y un dejo nostálgico a los inicios de la saga.

El regreso magistral de Linda Hamilton en unos de los papeles protagónicos, significó un gran acierto en esta obra, proporcionándonos una actuación que no se vio afectada por el paso del tiempo y nos devuelve a esa Sarah solitaria e intimidante pero esta vez asistiendo a la figura fuerte que significa la nueva cara de la franquicia, Mackenzie Davis. Ella, personificando a una mujer “mejorada”, representa lo mejor de ambos mundos. Por un lado, una “Terminator” con un propósito claro y grandes habilidades, que se han sabido explotar correctamente en el film con grandes escenas de acción; y por el otro, un personaje con debilidades y con una historia de vida, otorgándole un trasfondo más humano a este guardián del futuro, asemejándose a una súper heroína, y haciendo que se diferencie enormemente de su antagonista, Gabriel Luna. La performance del nuevo villano, que esta vez tiene la habilidad de dividirse en dos, no genera tanto impacto en pantalla como debería, representando el mismo rol de “amenaza silenciosa” de Robert Patrick, pero con una performance mucho menor siendo que se trata de un modelo más avanzado. Tanto Davis como Luna, junto con el increíble Arnold, haciendo un papel de robot ya retirado que aparece para una última batalla, son potenciados por el increíble, aunque no tan desapercibido, uso de efectos especiales, siempre en torno a la protegida y “nueva Sarah Connor” que personifica Natalia Reyes que, a diferencia de la interpretación de Hamilton en las primeras películas, nos muestra un personaje inmaduro que va evolucionando a medida que la trama avanza para darnos un resultado final comparable a la Sarah actual.

Por último, y como datos de color, «Terminator», al igual que «Rambo», decidió hacer su cruzada final en la frontera México-Estados Unidos, aunque ambos realizaron su rodaje en locaciones de España en vez de en los territorios involucrados, haciendo que algunos actores secundarios también se asemejen, como la presencia de Óscar Jaenada, en «Rambo» y la participación de Diego Boneta en «Terminator», ambos protagonistas de la serie “Luis Miguel” de Netflix.

En resumen, “Terminator: Destino Oculto”, más allá de tener la falta de innovación en contra y una vara muy alta a superar, al ser la secuela de “El Juicio Final”, prevalece considerablemente por sobre las anteriores películas en las que James Cameron se ausentó y funciona a la perfección como cierre de la saga, con grandes interpretaciones y fuertes escenas de acción entrelazadas con el uso correcto del CGI. Un film que dejará satisfechos a los fans de la franquicia y de las películas del género por igual.

Puntaje: 

 

 

Tráiler:

 

Agustín Bravo

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