Del papel a la pantalla: «Valerian and Laureline»

Para aquellos amantes de la ciencia ficción, está disponible Valerian and the City of a Thousand Planets” (2017), la adaptación cinematográfica de Luc Besson (“El Quinto Elemento”) del famoso cómic francés creado por  Pierre ChristinJean-Claude Mézières.

Es probable que no hayas escuchado hablar de estos personajes, y es que por nuestras pampas las aventuras de Valerian no son muy conocidas. Una pena que el material original sobre el cual se erige el film producido, dirigido y guionado por Luc Besson no sea tan popular, debido a que muchas cosas que se perciben en “Valerian” sirvieron de inspiración a grandes historias de la ciencia ficción contemporánea, entre ellos “Star Wars”.

La película cuenta la historia del avance de la humanidad y su lugar en la galaxia a partir de la construcción de una ciudad espacial que logra convertirse en el centro de la civilización universal. La asombrosa ciudad de Alpha, una metrópolis en constante expansión, donde especies de todo el universo han convergido durante siglos para compartir conocimientos, inteligencia y culturas. Una especie de utopía galáctica donde se vive en paz y en armonía. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Una fuerza oscura amenaza la paz en la Ciudad de los Mil Planetas, es ahí donde entrarán en juego nuestros héroes, Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne), un equipo de agentes espaciales encargados de mantener el orden en todos los territorios humanos. Deberán identificar la amenaza y neutralizar el peligro para defender el futuro, no sólo de Alpha, sino del universo.

Podemos empezar diciendo que contra todo pronóstico, la dupla actoral que interpreta a los protagonistas del relato sale bastante airosa al personificar a los icónicos personajes de la novela gráfica. Delevingne y DeHaan logran establecer una química extravagante que impulsan al argumento. Quizás las falencias en su relación se originan en el guion y no en la concepción de los actores.

Asimismo, el film tiene un arranque avasallante donde se nos plantea el conflicto y se nos presenta a los personajes de una manera totalmente original, innovadora y verdaderamente fresca. Por un lado, se nos muestra a modo de registro documental el avance de la tecnología y la humanidad en general, logrando que la carrera espacial se lleve a un nivel más alto permitiendo la construcción de una estación espacial que concede el intercambio con otras razas y culturas extraterrestres. Luego, se nos presenta al planeta Mül y a sus habitantes de una forma totalmente visual. El espectador es como un observador que desconoce las costumbres y el idioma, sin embargo logra descifrar lo que sucede. Un verdadero triunfo de Besson, el valerse/apoyarse más en lo que vemos que en lo que se dice. Por último, se nos muestra al dúo protagónico en su rol de guardianes de la galaxia y su tarea de mantener la paz en los territorios pertenecientes a la federación.

Cabe destacar que, a pesar de los 137 minutos que dura el film, en ningún momento se convierte en un relato pesado y tedioso, pero sí tiene problemas para mantener aquel comienzo tan original como prometedor. No es que el film decae, sino que se termina volviendo algo más convencional y derivativo. Quizás el problema fue el tiempo que tardó en llevarse este relato a la pantalla grande. El cómic se publicó por primera vez en 1967 y realmente significó algo inédito y desconocido. Años después se estrenaría “Star Wars” y muchos otros relatos que tomaron algunos elementos de estas historias. Sin ir más lejos, “El Quinto Elemento” tiene ciertos puntos de contacto y algunos homenajes a la obra de Jean-Claude Mézières. Es por eso, que por momentos se siente como algo “visto”, pero la originalidad del director francés para narrar y otorgarnos un mundo desconocido es descollante y vuelve a la película una experiencia única y disfrutable. El diseño de producción, la dirección de arte y la fotografía forman un cóctel coloridamente saturado, lleno de paisajes hipnotizantes que logran hacer que la experiencia cinematográfica se convierta en un viaje alucinante que merezca la pena ser visto en la pantalla grande.

Con respecto al comic hay bastantes cuestiones diferentes. La historia de Luc Besson parece basarse levemente en el universo de Christin y Mézières; si bien los actores pueden capturar la esencia de los protagonistas, pero extrapolándolos a los arquetipos de la sociedad actual, y tanto los mundos como los personajes parecen extraídos de las viñetas del relato original, el contexto y la historia se diferencian bastante de su homólogo del mundo comiquero.

El cómic nos ubica en el siglo XXVIII, donde para entonces la humanidad ha descubierto los medios para viajar en el espacio-tiempo y su capital, Galaxity, es el centro del vasto imperio galáctico terrestre. Valerian y su compañera Laureline son agentes del «Servicie Spatio-Temporel» (Servicio Espacio-Temporal), encargado de neutralizar las posibles amenazas contra la Tierra y evitar las paradojas temporales. Sin embargo, desde la desaparición del imperio Galaxity (en «Los rayos de Hypsis») se convierten en un par de aventureros que ofrecen sus servicios a cualquiera que se los pueda permitir mientras buscan su hogar perdido. Además, al principio Valerian descubre a Laureline en una de sus aventuras y termina convirtiéndose en su compañera debido a su inteligencia y porque descubrió la existencia de los viajes espacio-temporales.

Es sabido que un film no tiene que “copiar” o “calcar” un relato que va a transcribir de un medio al otro, sino adaptarlo a las convenciones del medio. No obstante, hubiera sido interesante y atractivo ver a Luc Besson trabajando con los conceptos de viajes por el espacio y tiempo.

En síntesis, tanto el cómic como la película presentan sus diferencias y sus ideas originales. Difieren un poco entre ambas pero sirven a modo de expansión del universo Valeriano más que a una mera copia del material original. “Valerian and the City of a Thousand Planets” (2017) representa una atractiva reinterpretación de la obra de Christin y Mézières que, pese a un par de desaciertos, logra otorgarnos un relato entretenido al mejor estilo Besson.

 

Martín Goniondzki

 

 

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