«Esta mierda me supera», un retrato de la ira adolescente

Sydney Novak es «una aburrida chica blanca de diecisiete años». Según ella, no tiene nada de especial. Como cualquier otra adolescente, se enfrenta a la angustia repentina, al descubrimiento de su sexualidad, a la inseguridad que le despiertan los granos que tiene en las piernas y, como si todo esto fuera poco, está atravesando el duelo por el suicidio de su padre, que ocurrió hace menos de un año, y tiene una pésima relación con su madre. Pero lo que sí la distingue es su ira incontrolable, que la hace hervir por dentro y le despierta una suerte de telequinesis sobre la cual tiene más preguntas que respuestas.

Esta serie, protagonizada por Sophia Lillis y Wyatt Oleff, quienes ya conquistaron al público juvenil en «IT» al encarnar a dos miembros del Club de los Perdedores, es la última apuesta de Netflix destinada a la audiencia adolescente. Al igual que «The End of the F***king World», serie con la que comparte creador, está basada en una novela gráfica de Charles Forsman. Y, además, como si esa combinación pudiera llegar a ser falible, también cuenta con los productores de «Stranger Things» a la cabeza, uno de los éxitos indiscutibles de la plataforma. A simple vista es una propuesta prometedora pero que se aleja de estos precedentes para buscar su propia esencia.

«Esta mierda me supera» gravita entre la comedia, el drama y las numerosas referencias a los setenta y ochenta, ya sea en la música, el homenaje al cine de John Hughes o la secuencia final que inevitablemente remite a «Carrie» (1976). Aunque es un recurso que se convirtió en un condimento sobrexplotado en el último tiempo, lo que hace la nueva producción de Netflix es jugar con la ambientación combinando el tiempo presente con elementos del pasado, al igual que lo hacen otras producciones como «Sex Education» y «The End of the F***ing World», para terminar dando con una atractiva estética, que constituye uno de los puntos más disfrutables de la serie.

Sin embargo, las referencias no terminan en los elementos ochentosos. La serie no pudo escaparle a las comparaciones con «Stranger Things», y si bien es entendible la razón del paralelismo, «Esta mierda me supera» se aleja bastante de los demagorgons y las bicicletas: para bien y para mal, las semejanzas se agotan en el hecho de que ambas series tienen a una chica con superpoderes como protagonista y a los mismos productores. «Esta mierda me supera» propone una mirada un poco más adulta a la hora de explorar cuestiones como el duelo ante la pérdida de un ser querido, el despertar sexual y la amistad, haciendo que por momentos nos olvidemos que lo que le preocupa a Sydney es que puede hacer volar carteles y quebrar paredes con su mente.

La verdadera razón por la cual vale la pena mirar esta serie reside en su dúo protagónico, la carismática Sophia Lillis en la piel de la incomprendida e iracunda Syd Novak y Wyatt Oleff como Stanley Barber, su vecino y cómplice incondicional. Ambos actores, que tienen una química casi palpable y encarnan a sus personajes con mucha naturalidad, consiguen volverlos seres entrañables, con quienes es fácil identificarse y encariñarse. Entre ellos se crea un vínculo que desborda de humanidad, que fluye desde la atracción al principio y se desenlaza en un desamor ante el descubrimiento de la sexualidad de uno de los personajes, y se construye de forma tan genuina a lo largo de los siete episodios que componen esta primera temporada que da gusto poder ver estos lazos y narrativas en pantalla. En este sentido, «Esta mierda me supera» triunfa cuando se acerca más a ser un clásico coming-of-age adolescente y se olvida de sus pretensiones sobrenaturales, sobre las que intenta hacer énfasis y falla ante su falta de desarrollo.

Si bien la serie se presta a la maratón y se deja ver fácilmente en una sentada, lo cierto es que su corta extensión hace que sea difícil explorar todos los tópicos que nos son propuestos. La repentina irrupción de los poderes de Syd, esos que le permiten volar objetos por los aires como lo haría una Carrie moderna, es lo que le da origen a la serie y el conflicto principal, pero se profundiza muy poco sobre ellos. Durante la mayor parte de la temporada no sabemos ni de dónde vienen ni tampoco parece que nos estemos acercando a ninguna parte hasta el último capítulo, cuando se nos da una explicación apresurada y muy predecible acerca de su origen. Cuando empieza a ponerse interesante, se termina. «Esta mierda me supera» consigue hacer un excelente retrato de la adolescencia y sus vicisitudes, pero no logra terminar de abrazar su lado sobrenatural porque, cuando intenta hacerlo, nos deja con ganas de más. Todo indica que tendremos que esperar a una segunda temporada para encontrar respuestas.

En síntesis, estamos frente a una serie llena de referencias a películas y décadas pasadas que es disfrutable si no se le exige mucho más que entretenernos durante los veinte minutos que duran sus episodios. No nos va a cambiar la vida, pero sí nos va a hacer sentir bien durante el tiempo que la estemos mirando. Quizás no sea la propuesta más original del año y por momentos tengamos la sensación de estar viendo un rejunte de partes que ya vimos en otro lado, pero sí es una serie recomendable para el público adolescente porque entiende sus dramas y no crea falsas expectativas respecto a la experiencia de pasar por la adolescencia (y, además, los actores realmente parecen adolescentes, y eso siempre se agradece).

Micaela Gallo

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