«Luis Miguel», un buen final para una serie que tambaleó
En mayo de este año se estrenó la segunda temporada de «Luis Miguel». La primera había sido tan buena y exitosa, que la plataforma apostó fuerte por ella, lanzando un capítulo por semana y generando cada vez más expectativa con el correr del tiempo. Sin embargo, el resultado que tuvimos fue totalmente opuesto a la entrega anterior. Sin un villano tan fuerte y poderoso como había sido Luisito Rey, faltaba algo atractivo para ver en la historia que se contaba, volviéndose monótona, aburrida y más dramática y personal.
Es así como el estreno de la tercera y última temporada pasó casi sin pena ni gloria. Con una mala sensación pasada, las luces ya no se posaban en la figura del cantante mexicano y tampoco generaba demasiadas ganas de seguir viéndola, más allá de terminar esta historia. Tal vez porque lo comparamos con esta experiencia fallida o porque lograron arreglar lo que no había funcionado, esta nueva entrega recupera un poco su esencia inicial y nos brinda un final decente y satisfactorio.
Uno de los grandes aciertos fue acortar aún más la cantidad de capítulos. Si bien ya de la primera a la segunda lo habían hecho (de 13 a 8), la historia se sentía demasiado estirada porque no había tanto para contar. En esta oportunidad presentan tan solo 6 episodios, que permite que la trama vaya más al punto, sea dinámica, no dé tantas vueltas y termine de resolver algunos asuntos que habían quedado abiertos.
Con diferentes líneas temporales, como la serie nos tiene acostumbrados, vemos a un Luis Miguel de fines de los ’90, principios del 2000, que busca hacer carrera en Estados Unidos, al mismo tiempo que tiene que lidiar con su propio equipo en el que ya no confía demasiado. Y casi llegando a nuestros días, un cantante que está en la ruina, sin mucha gente a su alrededor y tratando de saldar deudas del pasado a base de nuevas canciones, giras y otros proyectos.
Nuevamente la serie pone el foco en las traiciones y relaciones entre Mickey y su equipo, recuperando la intriga y el misterio. Siempre fue interesante saber cómo ciertos personajes iban a desaparecer de su vida a futuro, y finalmente tuvimos la posibilidad de verlo, con giros sorprendentes e impactantes.
Si bien la música sigue teniendo un rol preponderante en la serie y en la vida del cantante, no se le otorgó demasiado tiempo a los ensayos o shows, sino que la trama pasó más por el lado de los vínculos.
La personalidad de Luis Miguel se va volviendo cada vez más irascible y temperamental, haciendo que el trabajo de Diego Boneta como el cantante se vuelva más digna de destacar. Queda claro que el actor supo ponerse en su papel desde el primer momento, con sus gestos, miradas y actitudes, y con el correr del tiempo logró asentarse en este rol. Y en esta última etapa de su vida, el maquillaje ayuda a caracterizarlo todavía más.
No caben dudas que la serie de Luis Miguel tuvo un camino turbulento, con una gran y sorprendente primera temporada, una segunda entrega bastante floja y aburrida y un cierre que la vuelve a encausar como una historia atrapante y entretenida, gracias a que no estira la trama más de lo esperado, consigue generar misterio y a las buenas actuaciones de su elenco, principalmente de Diego Boneta. Por suerte nos termina dejando una buena sensación final, haciendo que este sendero sinuoso haya valido la pena.
Tráiler:
Samantha Schuster