«Luis Miguel», segunda temporada: Una historia más personal pero aburrida

En 2018 se estrenó la primera temporada de «Luis Miguel», convirtiéndose rápidamente en un fenómeno. Por la popularidad del cantante, por centrar la historia en su vida personal y profesional y por encontrar la manera de contarla desde una estructura narrativa atrapante e intrigante, se volvió exitosa de la noche a la mañana.

Sin dudas la vara había quedado bastante alta, algo que le jugó en contra a esta segunda entrega que culminó el domingo con el octavo episodio que se estrenó en Netflix. Si bien nos centramos en una trama más personal, con algunas traiciones y misterios, no se sintió tan completa como la anterior.

En esta oportunidad, se retoma la historia donde la dejó la temporada pasada, pero esta vez utilizando dos líneas narrativas diferentes (1998 y 2005) para seguir ahondando en la vida de Luis Miguel. Ya sin Luisito Rey en la ecuación, queda un vacío en el papel del antagonista que es difícil de llenar. Y aunque tenemos otros personajes que buscan aprovecharse del cantante por su dinero y su fama, nadie resulta ser lo suficientemente poderoso, cínico y odioso como fue el papá de Mickey.

Pueden existir algunos momentos interesantes o que nos despiertan cierto revuelo en el futuro que queremos saber cómo llegará allí, pero la serie cambió un poco su tono, volviéndose más dramática e íntima. Esto se observa principalmente en el tratamiento de la relación de Luis Miguel con su hija, con su novia y con su hermano Serguiño. Esto no sería del todo malo, si lo que se contara fuera un poco más novedoso o no tan repetitivo en el tiempo, algo que no sucede, y que puede provocar aburrimiento en el espectador o la sensación de que no está pasando mucho. Son pocos los instantes que nos provocan suspenso o impacto, a diferencia de lo que sucedía en la primera temporada, que no veías la hora de seguir viendo un capítulo más.

A nivel actoral también tenemos algunos cambios. Estas dos líneas temporales están protagonizadas íntegramente por Diego Boneta, en vez de tener la caracterización del personaje de más chico. Gracias al maquillaje y el peinado, el actor puede lucirse en ambos años de una buena manera. No solo se parece mucho al Luis Miguel verdadero, sino que sus gestos, sus miradas, su forma de hablar y cantar son increíblemente parecidas, haciendo que todo se vuelva más creíble.

En este sentido, los momentos musicales son algunos de los más destacables de esta temporada. Son aquellos instantes en los cuales la serie apela a la nostalgia y al costado más popular que genera el cantante en los espectadores, dejándonos con ganas de más.

Con una tercera temporada ya confirmada, esta segunda entrega de «Luis Miguel» nos deja con gusto a poco. Si bien tiene algunos momentos intrigantes, con traiciones, sospechas y misterios, le falta todo el suspenso y el atractivo que tuvo esa primera parte, suponemos que por la pérdida del antagonista principal. La historia se vuelve más dramática, íntima y emotiva, con algunas escenas conmovedoras pero también repetitivas y aburridas. Esperamos que lo próximo que veamos tenga un enganche un poco mayor.

Tráiler:

 

Samantha Schuster

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