«Sandro», la miniserie de Telefe que revivió la magia de un mito

La leyenda de Sandro, ídolo argentino y de América que el mundo no olvida, es eterna, pero la miniserie sobre su vida, emitida por Telefe, terminó en un Gran Rex repleto y sembrado de pétalos de rosas rojas. El último capítulo fue la despedida de su historia, que cautivó a fans y a jóvenes que solo habían oído hablar de él y que no habían vivido su época. Las redes colapsaron el día de la última emisión en una especie de Sandro manía. El rating dice que la serie lideró en su horario y en Twitter una joven escribió “en 15 días nomás, la magia de la ficción venció al tiempo y logró que yo quisiera ser una de las nenas de Sandro”.

La vida en la pantalla de Sandro, nombre artístico de Roberto Sánchez, fue una realización ideada por The Magic Eye, cuyo productor ejecutivo, Juan Parodi, negoció la cesión de derechos con la viuda del ídolo: Olga Garaventa. Con el apoyo del INCAA para Telefe, la historia se basó en el libro homónimo de la periodista Graciela Guiñazú. Fue dirigida por Adrián Caetano y escrita por Esther Feldman,  Mariano Vera y equipo.

La vida privada y artística del cantante fue encarnada por tres actores que pusieron cuerpo y alma a las distintas etapas de ella hasta el final. Agustín Sullivan aportó toda su juventud, su increíble parecido físico y esa sonrisa espontánea y permanente que le dio una credibilidad a la ficción desde un principio. Allí se cuentan sus sueños de imitar a Elvis Presley, un rockero símbolo mundial de la rebeldía juvenil. Sullivan muestra la alegría, el carisma, la perseverancia del autor del tema furor, hace algunos años nomás: “Rosa, rosa”, o el más potente: “Dame fuego, dame, dame fuego”, con banda y todo. Con su ductilidad, el actor personificó al hijo de unos padres tímidos, duros, pero con un amor a prueba de todo por ese mismo hijo que la fama les tomaría prestado por tanto tiempo. Un amor retribuido por él en tantas atenciones y sobre todo en ese capítulo tan emocionante cuando lleva a su padre a ver la casa que les compró.

Por su parte, Marco Antonio Caponi encarna al Sandro que madura y al que el dolor de las pérdidas, los amores, la devoción de sus nenas y de tanta gente lo transforma en el gran ser humano que fue, a pesar de sus fobias y de la oscuridad de esa época. Aunque la composición de una Susana Giménez, interpretada por la China Suarez, no estuvo a la altura de los otros personajes, porque los modismos de la diva fueron los de ahora y no de la Su de shock, la publicidad que catapultó a la estrella de los teléfonos, no opacó un producto que provocó lo que muy pocos pueden: emoción.

Finalmente, un Antonio Grimau que, una vez más, deleita al público poniendo todo su talento en un personaje y en una persona querida por él.  Tanto que en la función del último capítulo emitido en el Gran Rex, se quiebra hablando de Sandro.

Un elenco talentoso dio vida al universo que sostenía a la mítica figura y dio también los toques imprescindibles de emoción a un homenaje que la televisión le debía a ese gran y gigante artista que fue Sandro.  El mismo que supo inyectar pasión y ganas de vivir a toda esa generación rockera, de varones de pelo largo que quebraban la pelvis. El que mostró cuando bailaba todas las ganas que da la vida a la hora de la juventud y  ese hombre que siempre supo lo que era hablar de amor, cantarle al amor y a enamorar a cuanta mujer lo escuchara. Chapeau a esta ficción argentina que necesitó solamente 13 capítulos para contar una historia que emociona, donde el flashback era absolutamente necesario pero fue apenas un detalle. Donde la apuesta de tres actores para un mismo personaje era arriesgada pero fue ganada ampliamente. Donde hubo una dirección que logró manifestar humanidad en cada uno de ellos y en cada escena, donde los guionistas expusieron lo que se debe mostrar: una historia bien contada. Aplausos Telefe y que por favor, se repita.

Nota al pie, el cierre en el Gran Rex desilusionó al público por la elección desacertada de un Miranda, que vaya a saber por qué causas: nervios, inexperiencia o qué no estuvo a la altura de semejante homenaje.  Entre otras cosas, por trastabillar con la letra de las canciones. Sin embargo, actrices y actores, acostumbrados a salvar escenas, salieron a bailar y a cantar las canciones de un ídolo inmortal.

Tráiler:

 

Mónica Beatriz Gervasoni

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