CINE

Un repaso por la historia del cine colombiano

Colombia y el cine han tenido varias dificultades a lo largo de toda su historia. Muchas razones de esto fueron la falta de financiación, el mismo escenario nacional o los diferentes problemas internos. Aquí haremos un breve repaso histórico que ayudará a darnos una idea de lo que fue y es el cine de este país.

Inicialmente, con la llegada del cinematógrafo de los hermanos Lumière a finales del siglo XIX, el cine cafetero era exclusivamente documental. Se basaban en proyecciones de paisajes o de la vida cotidiana del país, lo cual ya de por sí complicaba las oportunidades de rentabilidad del séptimo arte. Recién en 1922 llegó el primer largometraje de ficción llamado «María», basado en la obra de Jorge Isaacs, y un año más tarde se formó la productora Acevedo e Hijos, la cual realizó varios largometrajes que reflejaban el carácter de la época, con el folclorismo y nacionalismo a flor de piel.

Sin embargo, hacia 1930 comenzaron los problemas. La llegada del cine sonoro al plano internacional retrasó la producción nacional, ya que no poseía los recursos económicos necesarios para actualizarse ni competir con productos del exterior. Sumado a esto, la empresa Cine Colombia compró unos estudios importantes del país en donde se exhibían películas para dedicarlos solamente a proyecciones de cintas extranjeras. Fue tal el impacto que, de aquí hasta 1940, se produjo un solo largometraje (“Al son de las guitarras”), que ni siquiera fue estrenado. Por suerte, entre 1941 y 1945 surgieron algunas compañías que produjeron al menos diez películas que pudieron ser estrenadas.

Alrededor de 1950, con la presencia de Gabriel García Márquez y Enrique Grau, se intentó hacer otro tipo de cine hacia un lado más surrealista y, entre varios artistas, realizaron el cortometraje “La langosta azul”. De todos modos, seguía sin definirse alguna estética clara del cine de esta nación ante tantas dificultades contextuales. El director Luis Ospina alguna vez expresó: “Uno en Colombia empieza haciendo el cine que quiere y termina haciendo el cine que puede”.

Tuvo tales momentos de decadencia el cine colombiano que ni siquiera los críticos lo apoyaban. En la década de 1970, se estableció el término “cine de la pornomiseria” (acuñado por el director argentino Luis Puenzo), que se refería al cine que utilizaba la pobreza y la miseria humana para conseguir dinero y reconocimiento internacional, como por ejemplo, realizar tomas de niños durmiendo en la calle y demás. Una de las más atacadas fue “Gamín” (Ciro Durán, 1978), por su documental sobre chicos de la calle en donde se valía de la puesta en escena real.

Por suerte, hacia fines de 1970 nació la compañía de Fomento Cinematográfico (FOCINE) que, gracias al apoyo estatal, consiguió estrenar veintinueve películas a lo largo de diez años con exhibiciones en todo el país. Ya en 1990 llegó el esperado reconocimiento mundial con las cintas “Rodrigo D: no futuro” y “La vendedora de rosas” (ambas de Víctor Gaviria), que se presentaron en competencias internacionales y hasta consiguieron una nominación para el Palma de Oro en Cannes. Y cerca del nuevo milenio, surge el “renacimiento del cine colombiano”, con artistas como Rodrigo Triana (“Soñar no cuesta nada”) o Felipe Aljure (“El colombian dream”), que cambiaron los aires del séptimo arte de este país hacia una crítica social o reflejando las problemáticas de la sociedad.

Ya en 2003, todo mejoró. Se aprobó la Ley Cine, que cobra impuestos a los distribuidores, exhibidores y productores de cine, y los fondos son aprovechados para nuevas producciones. Por este motivo, se podría decir que el siglo XXI significó el definitivo florecimiento del cine de Colombia, y las pruebas están palpables, ya que año a año existen cada vez más largometrajes nacionales en cartelera. Para que se den una idea, en 2002 solo el 2% de los estrenos en el país eran colombianos, mientras que en 2012 ya era el 12.2% el porcentaje estimado.

Así que de esto se trató el cine en Colombia. De problemas internos, falta de financiamiento, idas y venidas, pero sin dudas, con la pasión intacta para salir a flote siempre que se pudo y, por suerte para el cine, hoy está más que vigente y en pleno crecimiento.

Manuel Otero

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