Crítica de «Amor en la montaña» de John Patrick Shanley (2020)

Como muchos sabrán, la pandemia dejó un tendal de películas a la espera de un estreno, debido al cierre de cines. Algunas llegaron vía streaming en la misma fecha programada para las salas, pero otras aguardaron su momento con el deseo de alcanzar la gran pantalla. Con la reapertura nacional, a principios de mes, se tuvo la ilusión de que todas las postergadas estrenen en cines, pero resulta imposible distribuir tantos títulos. Esta semana, la nueva plataforma de Cinemark/hoyts dio luz verde a «Amor en la montaña» («Wild Mountain Thyme»), un romance pueblerino protagonizado por Emily Blunt y Jamie Dornan.

La historia se desarrolla en Irlanda, donde dos familias se ven enlazadas por la posesión de una parcela de tierra. Anthony (Jamie Dornan) tiene una relación conflictiva con su padre (Christopher Walken) que deriva en la posibilidad de que las tierras le sean heredadas a su primo (Jon Hamm), un neoyorquino que nada conoce de sus costumbres y la vida rural. En medio de ese conflicto, Rosemary (Emily Blunt) es su cable a tierra, pero por alguna razón no se pueden concretar sus deseos de estar juntos.

El encargado de llevar la pieza a la pantalla fue el multipremiado dramaturgo y guionista John Patrick Shanley, quien casualmente es el escritor de la obra en la que está basada: «Outside Mullingar». Lo interesante de la adaptación es que, si bien la obra tuvo un relativo éxito por parte de la crítica, en Irlanda fue muy mal recibida. La razón es la caricaturesca forma de representación de sus costumbres y un humor fuera de tono, que termina por perjudicar más de lo que la beneficia. El contratiempo no le importó a Shanley y se puso en marcha para producir la película. Le tuvo tanta fe que hasta conservó el estilo «shakespiriano» de los diálogos, cargándolo de romanticismo, poética y excesiva cantidad de palabras. Puede ser algo positivo, como negativo, dependiendo del tipo de cine que le guste al espectador.

Hablando en términos de técnica cinematográfica, también se puede ver ese traslado del teatro al cine sin demasiados retoques. Las locaciones son limitadas, lo cual no necesariamente es una desventaja, pero aquí sí se percibe la sensación de estancamiento debido a su apocado desarrollo. Su fotografía podría haber sido el salvataje del filme – aprovechando los fabulosos paisajes de la zona – pero también son desaprovechados. Incluso hay errores técnicos muy básicos como sobreexponer la imagen, dando un resultado bastante amateur para la talla de actores que se sumaron al proyecto.

Lo más destacable de la cinta radica en el peso actoral. No tanto por ejecución – ya que ninguno se sale de la media – pero sí por nombres. Tal vez, lo más fructífero en términos interpretativos queda en manos de Walken, que hace lo que puede dentro de su corto arco dramático. De la chispa se encarga Hamm que tiene un particular espíritu para personajes de ese estilo. Los inconvenientes no son más que consecuencias de un guión poco trabajado. Los recursos que funcionan dentro de un teatro, no tienen el mismo impacto en cine. Tal vez ese fue el mayor pecado de su director: pensar que dos medios de expresión tan distintos, podrían simplificarse y funcionar bajo la misma fórmula.

En conclusión, podríamos afirmar que lo más atrapante de la obra es la forma de desarrollar el romance. Juega mucho con el enigma de por qué los personajes no pueden concretar su amor, lo cual puede ser objeto de entretenimiento suficiente para valer su visionado. Pero en líneas generales, no satisface los ojos de un espectador en busca de una historia romántica clásica llena de histeriqueos, dramas y pasión.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Javier Franco

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