CINE

Crítica de «Presencia» de Steven Soderbergh (2025)

Steven Soderbergh irrumpió en la industria ganando una Palma de Oro por su ópera prima independiente «Sex, Lies and Videotape», para luego en los 2000s convertirse en arquitecto mainstream de varios subgéneros: el drama biográfico con «Erin Brockovich» o las películas de robos con la saga de «La Gran Estafa». Desde ese entonces se mantiene como uno de los cineastas más prolíficos paseándose por diversos géneros y tipos de presupuesto, ofreciendo una mirada ingeniosa al igual que un talento innato para proponer narrativas fácilmente digeribles para cualquier tipo de audiencia.

«Presencia» utiliza la estructura típica de una historia de fantasmas para desarrollar el relato de una familia que en medio de muchas crisis diferentes tendrá además que lidiar con que la hija menor (Callina Liang) sospecha que un fantasma los acompaña en su nuevo hogar. La perspectiva que le da el director sería suficiente para destacarla del resto de relatos similares, pero también ayuda mucho el gran trabajo de David Koepp (guionista de la primera «Jurassic Park» y «Misión Imposible»). Lo que el marketing puede vender como un relato de fantasmas con potencial de terror, el correr de las escenas se encargará de transformarlo en un drama familiar más que interesante.

Lo más importante es destacar lo obvio: la película se cuenta enteramente a través de la perspectiva del fantasma que está acechando la casa familiar. Este POV espectral nos va llevando de habitación en habitación, mostrándonos una curiosidad familiar para todo espectador a la vez que nos reta a interpretar qué motiva sus interacciones con los miembros de la familia. En este sentido su estructura dramática es igual de interesante que su propuesta desde cámara, dando como resultado una narrativa que con el correr de las escenas logra una trascendencia emocional única y destacable.

Soderbergh entiende el cine particularmente desde el montaje, aunque acá cumpla un rol aún más invisible de lo usual debido a la poca cantidad de cortes entre escenas compuestas por planos secuencia continuos. El resultado es tan natural como decepcionante ya que el trabajo de cámara para darle «vida» al personaje del fantasma no incluye nada de personalidad, limitándose a movimientos casi totalmente funcionales. Por momentos uno tiene la sensación de estar viendo tomas ensayando el movimiento de cámara en lugar de una toma final en la que se complementa el guion y la interpretación del elenco con un trabajo de cámara a la altura.

Puede que los presupuestos limitados con los que suele manejarse un director conocido por la eficiencia de sus producciones no permitan enfocarse en la búsqueda de operadores de cámara con el particular talento para esa tarea, pero este es uno de esos proyectos en los que uno termina viendo cómo la estructura de fortalezas que trae Soderbergh a sus producciones puede terminar limitándolos a ser “muy buenos” en lugar de verdaderamente excepcionales. Por esas razones, aunque el cine de Soderbergh ofrezca siempre una mezcla más que interesante de las bondades de lo independiente y el sistema de estudios, resulta una experiencia más disfrutable que evocativa si la comparamos con un proyecto similar aunque mucho más artístico como es la excelente «A Ghost Story».

Lucy Liu es sin dudas el nombre más reconocible de su elenco, pero su interpretación como la madre termina siendo bastante plana y bidimensional. La batuta en gran parte la lleva Liang como la protagonista que permite la irrupción del evento en la vida familiar pero todos los personajes terminan de una u otra forma siendo liderados por un excepcional Chris Sullivan («This is Us»). En una familia acostumbrada a que la madre dirija las cosas, destaca el rol de Sullivan como un padre acostumbrado a segundear decisiones y que se encuentra dividido entre la empatía por su hija o un hijo cuya adolescencia lo fue alejando cada vez más en dirección a actitudes irreconocibles.

«Presencia» se vende como una historia de fantasmas potencialmente de terror, pero sus fortalezas lo revelan como un drama desarrollado de manera experta por dos cineastas de alto calibre que coinciden en una premisa que trasciende lo simplemente estético. Que veamos todo desde la perspectiva del fantasma no solo le agrega peso emocional a una narrativa cautivante sino que la convierte con éxito en una experiencia cinematográfica destacable y más que recomendable. Lo que podría haber quedado en una gimmick simplona acaba condimentando de la mejor manera una trama que entiende que lo más importante es el desarrollo dramático inherente de una familia típica, con todos los problemas que esto conlleva, incluso sin la irrupción de un elemento fantástico.

Puntaje:        Tráiler:   Leandro Porcelli

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