Crítica de «Scream» de Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett (2022)
«Scream» (1996) marcó un antes y un después dentro del terror. Wes Craven era un autor prolífico dentro del género con clásicos como «The Last House on the Left» (1972), «The Hills Have Eyes» (1977) y la mítica «Nightmare on Elm Street» (1984) que dio paso a uno de los villanos más icónicos y una de las sagas más longevas dentro del cine de terror. Durante los años ’90 el género comenzó a sufrir un agotamiento proveniente de la falta de originalidad de las propuestas, algo que especialmente se podía apreciar en el subgénero del slasher, aquel donde un asesino acechaba a grupo de personas con cuchillos y armas blancas, y las iba matando uno por uno. No obstante, ahí es donde iba a jugar un papel preponderante la película de Ghostface, un film que no solo iba a revitalizar al slasher que había visto su época dorada entre fines de los ’70 y mediados de los ’80 con un concepto bastante novedoso, sino que además iniciaría una saga y varios intentos por emular su originalidad a lo largo de la década siguiente.
Kevin Williamson, guionista de la película, que originalmente se iba a llamar «Scary Movie», donde se pueden ver influencias de otros slasher como «Halloween» (1978), «When a Stranger Calls» (1979), «Friday the 13th» (1980), «Prom Night» (1980), y la propia película de Freddy del mismo Craven, vende su guion a Miramax, y el estudio convoca a Wes para dirigirla, ya que había demostrado un gran poder para combinar el terror y la comedia en sus trabajos previos. El resto es historia conocida y «Scream» fue un rotundo éxito que consiguió tres secuelas e incluso una serie de televisión que contó con dos temporadas. Si bien «Scream» parece tomar algunos conceptos vistos en «New Nightmare» (1994), donde el director ya había coqueteado con altas dosis de autoconsciencia, autorreferencialidad y metadiscurso, en «Scream» las cosas fueron llevadas a un nivel superior subvirtiendo los clichés del género, y las aparentes «reglas» tácitas que son planteadas por los realizadores. Esto le da un plus y una vuelta de tuerca atractiva al film que pegó bastante fuerte en aquel entonces.
Craven fue encontrando (con menor y mayor éxito) algunas cuestiones para ir subiendo la puesta en las secuelas, incluso con los cambios en las tendencias del género conforme al paso de los años. Es por ello, que esta especie de reboot o secuela (o «legacy sequel» como le llaman a los relatos que buscan relanzar las franquicias, trayendo a los personajes clásicos pero introduciendo una serie de nuevos protagonistas), ya sin la presencia de Wes Craven que falleció en 2015, planteaba una especie de reparo frente a lo que nos podíamos llegar a encontrar con este capítulo en la saga. Sin embargo, la dupla Matt Bettinelli-Olpin/Tyler Gillett responsable de la interesante «Ready or Not» (2019) parecía ser una opción atractiva ya que también habían demostrado poder combinar el terror y la comedia con resultados interesantes.
Esta quinta parte dentro de la saga que parece querer seguir los pasos de «Halloween» (2018), en cuanto a relanzamiento se ubica 25 años después de la serie de brutales asesinatos en el pueblo de Woodsboro, donde un nuevo Ghostface parece volver a acechar a un grupo de adolescentes para revelar una serie de secretos que pasado del pequeño poblado. Es así donde una nueva generación Jack Quaid, Jenna Ortega, Melissa Barrera, Marley Shelton, Kyle Gallner, Dylan Minnette, precisarán de la ayuda de los veteranos Courteney Cox, Neve Campbell y David Arquette, para resolver este whodunnit antes de que sea demasiado tarde.
Se nota que la dupla directora presenta un profundo respeto tanto por la saga como por sus personajes icónicos, desenvolviéndose por un terreno seguro (y hasta conocido podríamos decir, aunque bueno ya con cinco películas resulta difícil mostrar algo nuevo) pero también dando lugar a un par de sorpresas y giros inesperados que harán que este reboot valga la pena por sí solo. Si bien en forma parece bastante similar a «Scream 4» y en estructura bastante parecida a la original, las propias reglas con las que juega la saga le dan una aproximación atractiva y (cuando no) autoconsciente que la ponen en valor. Incluso resulta hilarante y reflexiva la discusión que se genera entre los habituales cinéfilos que aparecen en los films de «Scream» a explicar las reglas del relato sobre esta nueva concepción de «terror elevado» que tanto gusta a los detractores del terror para ponerle un título nuevo a algo que les gustó dentro del mismo género; y es en esos precisos instantes de ingenio donde el largometraje funciona y se desenvuelve con soltura.
«Scream» (2022) no revitalizará el género como la película original, e incluso puede que incurra en algunos desgastes (como la del doble asesino que ya se exploró demasiadas veces) propios de la saga, pero sí funciona como un gran homenaje tanto a Craven como a la saga en sí. Ahora sí deberán buscar un acercamiento más innovador en su secuela (la cual fue confirmada a la brevedad tras el éxito de esta entrega), pero aun con sus falencias esta vuelta de Ghostface resulta entretenida y agradable.
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Martín Goniondzki