Crítica de «Siempre habrá un mañana» de Paola Cortellesi (2023)

Quizás la mejor carta de presentación es que esta película haya terminado como la más taquillera en Italia en el año en que la industria vivió un evento cultural de la magnitud de Barbenheimer. Lo que puede resultar todavía más destacable es que al verla uno no solo entiende cómo pudo lograr tal hazaña sino que incluso hace que uno pueda considerar que lo tiene más que merecido.

La frase “película europea en blanco y negro ubicada en los años 40s” es posible que haga que unos cuantos empiecen a perder el interés, sin embargo esta comedia negra llena de simpatía se gana a la audiencia incluso mostrando momentos crudos de violencia que en el contexto de la Italia post Segunda Guerra Mundial todavía se encontraban normalizados. El fin de la guerra, sin embargo, nos coloca en un escenario en el que la sociedad italiana (y particularmente las mujeres) sentían que los abrumadores cambios en el continente podrían iniciar cambios estructurales que dejen atrás algunas de las peores facetas sufridas hasta ese momento.

La trama se centra en Delia, interpretada por la misma directora Paola Cortellesi en su ópera prima, una madre de familia acostumbrada a correr entre sus varios trabajos para llegar a renegar con sus hijos varones, recibir la frialdad de una hija adolescente que no la comprende e incluso el maltrato constante por parte de su marido. Delia es blanco de violencias de todo tipo: económicas al darle todas las liras que gana en sus trabajos a su esposo por ser cabeza de familia, psicológicas al verse juzgada duramente por una hija decepcionada con lo imposible que se le hace comprenderla y los abusos físicos que recibe de quien se suponía era el amor de su vida. Todas esas secuencias son igual de fuertes a su manera, pero son en las secuencias de golpes físicos en las que Cortellesi decidió inyectarle una dosis extra de estética, no para aminorar su portento sino incluso subrayar su impacto de una forma contraintuitiva: ejecutándola como una coreografía musical entre los dos personajes. Estas escenas son breves y contadas, lo suficiente como para dejar a la audiencia incapaz de procesar de forma sencilla lo que acaba de ver.

En las calles de Roma, Delia encuentra aliados conocidos y algunos por conocer. Su amiga dueña de un puesto de mercado o uno de los varios soldados norteamericanos todavía estacionados en la capital italiana son unos pocos ejemplos. La primera destaca como el segundo, que es bastante buen mozo debido a que todavía tiene todos los dientes, a diferencia del italiano promedio. Pero además de ese estilo de momentos de liviandad, son esas interacciones con personajes tan ajenos a su asfixiante realidad las que de a poco irán creando en Delia una revolución interna. Los actos de rebeldía irán aumentando en intensidad, yendo desde el «robo» (sentir que está robando de su propio dinero por no dárselo por completo a su esposo ilustra perfectamente la situación de la mujer en la Italia de esa época) de unas pocas monedas de su paga semanal, hasta desviar su ruta de regreso a casa para pasar por el garage en donde trabaja su primer amor. Todas cuestiones que hoy en día ya parecen hasta tardías en pre-adolescentes, pero que irán ascendiendo en intensidad hasta un tercer acto que ayudado por más de una sorpresa se encargarán de ponerlo a uno cada vez más al borde de su asiento.

Es una de esas obras que, desde el momento en que uno empieza a sentir interés en verla, es recomendable que deje de ver cualquier potencial spoiler que disminuya el impacto de una de las experiencias más únicas y recomendables de los últimos años. Después de todo hace varios años ya que los teasers o trailers no deben verse por completo si uno desea experimentar de la mejor forma una película. Sería una pena aguar el impacto de una película que revaloriza las características más destacadas históricamente en el cine italiano, a la vez que le da unos toques de frescura propios de una cineasta con el valor de tomar los riesgos necesarios para que las audiencias hayan corrido a las salas a ver en masa una comedia negra en blanco y negro sobre los cambios en la sociedad europea a fines de la Segunda Guerra Mundial. Recomendamos hagan lo mismo, son esas cintas que garantizan ganas de discutirlas una vez terminen los créditos.

Puntaje:

 
 

Tráiler:

 

Leandro Porcelli

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