“El Jardín de Bronce”, la verdad no es siempre lo deseado

Ayer llegó a su fin la segunda temporada de “El Jardín de Bronce”, serie argentina de HBO que supo brindarnos una efectiva primera entrega en 2017 y que con su continuación conserva el mismo nivel. Una producción de calidad que mantiene en vilo al espectador a través del clima de suspenso y tensión que se conforma a partir de los detalles y la información que va apareciendo capítulo a capítulo.

Tiempo después de haber recuperado a Moira, Fabián Danubio deberá aprender a convivir con su hija, sus traumas y los fantasmas propios producto de la separación y el tiempo ausente. Pero deberá desdoblar sus esfuerzos cuando Andrea aparezca en su vida con el objetivo de que la ayude a encontrar a su hijo que lleva seis meses desaparecido. El protagonista no podrá resistirse ante este pedido y se encaminará nuevamente hacia una peligrosa investigación.

“El Jardín de Bronce” vuelve a otorgarnos una historia interesante y atrapante desde el primer momento: la desaparición del hijo de un barrabrava que estaba metido en negocios sucios. Pero además lograron que se amalgame de una manera muy natural con lo que veníamos viendo en la primera temporada. Esta entrega no solamente nos presenta un caso nuevo e intrigante sino que se equilibra de una buena manera con una trama más introspectiva que tiene que ver con la relación entre Fabián y Moira, un vínculo complejo que no termina de asentarse. Pero tampoco es simplemente una continuación de la historia, sino que también sirve para atar algunos cabos sueltos y aprovechar personajes de su antecesora que no podían faltar. Ejemplo de ello es Dobertti, uno de los mejores papeles de la serie, que vuelve para formar parte de la trama desde un lado particular. A través de flashbacks podemos conocer su investigación paralela y seguir nutriéndonos de su ingenio. También nos permite adentrarnos más en la mente de Moira y lo que vivió durante los años que estuvo cautiva para poder entender más sus traumas. Tal vez por momentos la producción peque de sobreexplicar un poco algunas situaciones (por ejemplo el final), que el espectador podía entenderlas por sus propios medios, pero igualmente eso no empaña el resultado final de la narración.

Gran parte de la efectividad de la serie, además de la confección de su historia y cómo se va armando el rompecabezas, recae en el elenco. Principalmente en el protagonismo de Joaquín Furriel, que nuevamente se pone en la piel de Danubio y logra transitar distintos estados emotivos: desesperación, frustración, ira, determinación. Se incorpora con un efectivo aporte Paola Barrientos, quien interpreta a la madre del chico desaparecido y transmite sus sentimientos a flor de piel. Los acompañan de buena manera Julieta Zylberberg y Maite Lanata, que consigue plasmar sus traumas en sus gestos y comportamientos, y tenemos la participación de Luis Luque, que vuelve a marcar su presencia a pesar de tener menos tiempo en pantalla.

Los aspectos técnicos terminan de cerrar esta buena producción, con una ambientación bien porteña que convierte a la ciudad en un personaje más, un clima de suspenso y tensión constante y una banda sonora que acompaña a cada situación.

En síntesis, esta segunda temporada de «El Jardín de Bronce» logró estar a la altura de su primera entrega, otorgándonos una investigación intrigante de un caso atractivo. Su clima tenso, su ritmo intenso y la importancia de los detalles mantiene atrapado al espectador en todo momento. Además, consiguió equilibrarlo de buena manera con un aspecto más emotivo e introspectivo de la vida personal de Danubio. Todavía no se sabe si la serie tendrá una tercera temporada, podría hacerlo, pero sino nos brindó un cierre propicio para esta historia.

Tráiler:

 

Samantha Schuster

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