Entrevista a Ezequiel Radusky, director de «Planta Permanente»
«Planta Permanente» es la primera película en solitario de Ezequiel Radusky (quien dirigió previamente «Los Dueños» junto a Agustín Toscano), la cual se centra en Lila y Marcela, quienes trabajan desde siempre como personal de limpieza en una dependencia estatal. Conocen sus recovecos como nadie y se han inventado una forma de subsistencia –y un sueño– gestionando un comedor absolutamente irregular en un rincón abandonado del edificio. Pero los tiempos cambian: llega una nueva directora y con ella las promesas vacías, el cierre del comedor y una ola de despidos que destruyen el precario equilibrio de la vida en el Estado y transforma las tareas cotidianas en una lucha por la supervivencia.
En Cinéfilo Serial tuvimos la posibilidad de entrevistas a Ezequiel Radusky para que nos cuente sobre el inicio del film, el trabajo con las actrices y el equilibrio que encontró entre la seriedad y el humor a la hora de contar esta historia.
– La película realiza una crítica a la cuestión laboral, burocrática e institucional dentro del Estado, ¿cómo surgió la idea de “Planta Permanente” y a qué se debe tu interés en indagar en estas temáticas?
– Soy empleado público desde el año 2006. Trabajé en varias reparticiones mientras vivía en Tucumán (ahora vivo en Buenos Aires) y aprendí a entender la política trabajando en política. Ahí nace mi interés por estas temáticas. Por un lado haber sido testigo de las reivindicaciones que tuvieron las clases populares gracias a muchos programas de obra pública realizadas por cooperativas fue una experiencia que me abrió la cabeza. Y al mismo tiempo tener que luchar contra la picardía, las tranzas y los malos manejos por parte de los mismo beneficiarios, generalmente enganchados con los delegados comunales o intendentes me hizo ver que esta cuestión es mucho más compleja de lo que parece, básicamente porque los poderosos siempre salen bien parados de estas situaciones y los obreros, después de cagar a sus propios compadres, terminan en la lona.
– ¿Realizaste algún tipo de investigación previa?
Sí, investigué mucho pero la tuve fácil porque estaba ahí adentro, entonces podía ver todo en primera fila. Y sobre todo viví lo que pasa en la película. Lo difícil fue encontrar la manera de contar eso sin aburrir y sobre todo sin señalar quién es el malo y quién es el bueno. Pero ahí radica el trabajo de escribir cosas basándonos en la “realidad”. Hacer películas es construir una realidad, inventar una realidad que sea más potente que lo que vemos todos los días, de tal manera que el público se pueda identificar con los personajes.
– Liliana Juárez ganó el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cine de Mar del Plata y sin dudas su actuación es uno de los puntos más altos del film. Ya que habías trabajado previamente con ella en “Los Dueños” ¿pensaste este papel específicamente para ella? ¿Cómo fue volver a trabajar en conjunto?
– Con Liliana trabajo desde el 2008 en teatro. Ella co protagonizaba junto Sergio Prina («Los dueños», «El motoarrebatador») «La verdadera historia de Antonio», una obra basada en «Ex Antuan» de Federico León que dirigí junto a Agustín Toscano y Daniel Elías. A Liliana la conozco mucho, somos muy amigos, a ella le encanta que la dirija y a mí me gusta mucho hacerlo porque es una actriz que demanda mucho trabajo de dirección y al mismo tiempo entrega muchísimo material sensible y autoreferencial.
«Planta Permanente» la escribí específicamente para ella, pero a partir de la segunda versión del guión, en donde aparece el personaje de Marcela, comencé a escribirla para ella y para Rosario Bléfari, la otra gran actriz de la película. Rosario me instó a que trabaje un personaje para participar del proyecto y como para mí ella es un referente de vida, fue muy emocionante agregar este personaje y creo que Lila sin Marcela no sería ni la mitad de lo que es. Además creo que es importante resaltar que Rosario ayudó muchísimo a que Liliana pueda componer semejante personaje manteniendo siempre el punto justo de hipar sensibilidad e inteligencia sagaz. Ellas trabajaron mucho juntas, durante los ensayos se tomaban el tiempo para armar propuestas, hablaban mucho y se autodirigian de manera magistral. Insisto, Lila sin Marcela no sería el personaje complejo que es.
En cuanto a cómo fue volver a trabajar con Liliana, creo que nunca dejé de hacerlo. Ella me habla muy seguido, me cuenta de cada proceso que va transitando, me cuenta cómo la dirige tal o cual director. Creo que desde que hablamos de hacer esta película juntos nunca dejamos de trabajar. Y creo que eso hace que el personaje esté tan pero tan bien encarnado por ella.
– Tanto el personaje de Liliana como el de su coprotagonista Rosario Bléfari están muy bien construidos, ¿cómo hacés para crear este tipo de personajes? ¿Qué es lo que más te interesa mostrar o abordar?
– Siempre me planteo escribir personajes que no sean ni malos ni buenos. No creo en esa dicotomía, aunque puede ocurrir que por necesidades dramáticas algunos personajes deban rozar más un lado u otro. Pero en cuanto a los protagónicos, busco encontrar el punto medio entre el deber ser y el deseo… el deseo, el aspecto fundamental para todos mis personajes. Creo que es importante crear personajes que deseen cosas y que el “destino” se interponga fuertemente. Esto hace que tengan que encontrar maneras para salir adelante y ahí es donde radica lo interesante y lo complejo. Porque hay veces que tienen que hacer cositas que por ahí no son las “mejores”, por decirlo de alguna manera. Pero ese es el aspecto humano de los personajes y eso es lo que me parece apasionante a la hora de concebirlos. Hay una frase que me encanta y que dice: “Yo creo que lo que no te mata te vuelve más… extraño”. Y creo que en el caso de Lila y Marcela hay algo de esto. Ellas, de lo que viven en la película, saldrán diferentes, más extrañas… no sé si más fuertes. Y otro aspecto fundamental para escribir personajes complejos tiene que ver con mi pasión por la tragedia y ese recorrido en el que el espectador de alguna manera maneja más información que el personaje. Entonces, si conectas con la película, es porque conectas con el destino trágico que sabes que se les viene. Me gusta poner personajes que agencien de “oráculo”, advirtiendo a la heroína que se le viene la noche, como lo hacen las brujas en el «Trono de Sangre» de Kurosawa, la alucinante adaptación de «Macbeth», de William Shakespeare.
– Existen ciertos personajes secundarios que nos pueden parecer familiares como argentinos, ¿te inspiraste en alguien particular de la política o tomaste un rejunte de personalidades modelo?
– Muchos personajes están basados en algunos compañeros de trabajo que tuve a lo largo de mi vida. También hago rejuntes de características y también tomo características que descubro en los actores y en lo que les pido que me cuenten de sus vidas. En cuanto a la Directora en particular, decidí que el tiempo dramático de la película fuera 2018 y esa decisión implicaba retratar el tipo de funcionario contemporáneo. Con Veronica Perrota, notable actriz uruguaya con quien fue un lujo trabajar, nos planteamos tomar tres referencias icónicas del oficialismo saliente para componer el personaje. Me parece que estamos en un momento histórico que es necesario poder separar las aguas. Podría haber creado una funcionaria estándar, pero primero y principal no creo que todos los políticos son lo mismo, y segundo creo que la censura que hubo durante la larga noche macrista fue tan tremenda y caló tan profundo que muy pocas personas se atrevieron desde el arte a expresar de forma directa lo que estábamos viviendo. Y la verdad es que yo sentía una necesidad muy fuerte de dejar bien sentado mi punto de vista sobre lo que siento que pasó y lo que siento que nos pasa como sociedad, pero también quería dejar claro quiénes creo que son el mal de la Argentina. Para mí, el mal en la Argentina es la oligarquía. Y la Directora representa eso.
– ¿Cómo encontraste el equilibrio entre realizar una crítica social sobre temas serios y utilizar el humor como medio para hacerlo?
– Nunca me planteo escribir humor. Creo que simplemente tengo un sentido del humor natural y eso hace que con los actores lo hagamos brotar. Siempre manejé un humor muy negro en mi vida privada y con mis amigos, siempre digo cosas que dan gracia por lo incómodas, verdades que parecen chistes pero que al final alguien me dice: y sí, es así. Entonces creo que el humor del que se habla que tiene la película es ese humor. Hay algo en los personajes que escribo que para mí son desdoblamientos de mí mismo. Desde que hago teatro y hasta «Los dueños», con Agustín siempre pensamos que había que escribir personajes que podríamos hacerlos nosotros. Entonces los escribíamos a partir de vivencias propias y cada personajes de cada película es de alguna manera un Radusky haciendo cosas. Como también soy actor, escribo así por las dudas que haya que reemplazar a algún actor a último momento. Me parece muy interesante tener siempre la sensación de que todo puede cambiar, como en el teatro.
– Esta es tu primera película en solitario, ¿cómo fue la experiencia? ¿Cuáles son las ventajas y/o desventajas de ser el único director?
La experiencia de dirigir solo fue difícil, compleja, pero me hizo crecer muchísimo como artista y como persona. También creo que “dirigir solo” es una manera extraña de referirse a la función. Si bien hay momentos en donde hay que tomar una decisión “solo”, hay un equipo enorme detrás tuyo abalando lo que vas a decidir. Creo que como director lo que hay que hacer es proponer una buena idea, seleccionar bien a las personas con quienes quieres compartir miles de horas para desarrollarla, y mantener viva su llama del deseo por el proyecto. Mi objetivo como director es que la gente con la que trabajo no se refiera a la película como “mi” película. Trabajo para que sientan que es nuestra película. En ese sentido creo que la clave es dar lugar a la opinión de todos y todas, consultar, confiar, probar ideas de otros, insistir en que el equipo técnico creativo te diga lo que piensa de cualquier cosa que vos quieras reafirmar o que te ayuden a salir de una duda. Parece un proceso imposible de llevar a cabo, pero no lo es. Puede que sea menos tradicional, puede que hayan directores que prefieran llevar la voz de mando desde un lugar más canónico y fuerte. A mí no me gusta hacerlo así. No me sale. Me gusta pensar en el cine como un arte cooperativo. En «Planta Permanente» he trabajado con artistas de primera categoría y nunca voy a dejar de agradecerles por haber decidido trabajar en este proyecto: Lucio Boneli, Catalina Oliva, Sandra Fink, Valeria Racioppi, Sofría Straface, Catriel Vildosola, Maximiliano Silveira y Ana Berard. Y en la producción, Giorgina Mesiano, Nicolas Avruj y Diego Lerman, con quien también trabajé el guión. Con todas estas personas, y con sus respectivos equipos, hicimos que «Planta Permanente» sea la película que es.
Samantha Schuster