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«Stranger Things», una cuarta temporada mucho más oscura

Sin dudas «Stranger Things» es una de las series más creativas e impactantes de los últimos tiempos, que logra combinar de buena manera la ciencia ficción, el terror y la nostalgia de los años ‘80 a través de un grupo variopinto de personajes. Mientras nos ofreció un debut maravilloso, una segunda entrega cumplidora pero que no estuvo a la altura y una tercera que encontró nuevamente su camino, el viernes pasado se estrenó la primera parte de la cuarta temporada que vino a probar que la serie está más viva que nunca.

Hacia el final de la entrega anterior, la familia Bryce se muda a California para empezar una nueva vida. Sin embargo, Eleven no logra adaptarse a su nueva escuela, con chicos que le hacen bullying. Aunque trata de aparentar que todo está bien, sufre la pérdida de Hopper, de sus poderes y el estar lejos de su novio Mike y sus amigos. En Hawkins también están intentando volver a la normalidad luego de la muerte de Billy, pero Max sigue muy afectada por lo sucedido. Lucas se unió al equipo de básquet, mientras que Dustin y Mike están en un grupo con chicos más grandes, liderado por Eddie, que juegan al Dungeons & Dragons. Durante la semana de vacaciones de primavera todo cambiará cuando una serie de asesinatos a adolescentes tengan lugar en el pequeño pueblo y la policía culpe a Eddie de lo ocurrido. Es así como los jóvenes empezarán a investigar estos hechos para limpiar el nombre de Eddie, pero también porque están seguros de que esto está relacionado con el Upside Down. Por su parte, Eleven tratará de recuperar sus poderes; y Joyce y Murray se enteran de que Hopper está vivo e intentarán hacer lo posible por salvarlo.

Como podemos ver, durante esta temporada tenemos varias subtramas diferentes que van a abordar la historia central (un nuevo monstruo que acecha Hawkins) desde distintas perspectivas y a través de las aventuras de diversos grupos. Algunas de ellas son más interesantes y dinámicas que otras, principalmente la que sigue a los adolescentes en Hawkins, mientras que la historia de Eleven, los Bryce o la de Hopper caen por momentos en un ritmo lento, porque sus avances se van haciendo de a poco. De todas maneras, todas ellas se complementan de una buena manera, aportan nueva información relevante y nos permiten ver las diferentes piezas del rompecabezas.

A diferencia de la entrega anterior donde se centraba más en la aventura, la comedia o el romance, en esta oportunidad el tono de la serie vira más hacia el terror. Esto se nota en la oscuridad de la historia como también en la estética de las escenas, la utilización de la música, la implementación del gore y ciertos jumpscares en momentos necesarios pero sin abusar de este recurso solo para impactar, y en que nos ofrece un relato más psicológico, poniendo constantemente en peligro a los personajes que aprendimos a querer hace tiempo como Max o Steve. Pero también tenemos algunos instantes un poco más light, donde el humor se hace parte para descontracturar un poco las situaciones más tensas.

La historia tiene varios giros sorprendentes y, aunque algunos de ellos están bastante explicados a través de los diálogos, esto es necesario para no perdernos entre tantas información y reglas que presenta este universo.

Por otro lado, los siete episodios de esta primera parte tienen una mayor duración a lo que estábamos acostumbrados. Por momentos esto hace que su visualización se sienta un poco más pesada, haciéndonos pensar que podrían haberla dividido en más capítulos de menor tiempo, pero también esto permite un mayor desarrollo de las varias subtramas que presenta. No solo consigue contar la historia central sino también los vínculos entre los personajes y profundizar más en su personalidad, sus miedos y deseos.

El reparto está cada vez más afianzado y se destaca sobre todo en la interacción en conjunto. La dinámica entre algunos personajes es maravillosa, como el vínculo entre Steve y Dustin, la reciente amistad entre Robin y Nancy, entre otros. Durante esta temporada se dejan un poco de lado a personajes como Mike o Will, pero su trama tampoco es demasiado vital y es menos interesante que otras, aunque probablemente tengan un rol más relevante en los próximos episodios. En el extremo opuesto se encuentra por ejemplo Max que tiene mayor protagonismo. También tenemos la incorporación de nuevos secundarios, como Peter Ballard (Jaime Campbell Bower), Argyle (Eduardo Franco) y Eddie (Joseph Quinn), cada uno en un papel muy diferente y que va a servir de distinta manera a la trama. A su vez tenemos la presentación de otros personajes nuevos pero que no se llegan a terminar de desarrollar y cuyos finales no nos terminan afectando del todo porque no logramos conectar con ellos.

La recreación de los ‘80 sigue siendo un punto importante de la historia, con la ambientación, la banda sonora, la vestimenta y el homenaje a distintas películas de la época, principalmente en este caso a «Nightmare on Elm Street», donde los sueños, la fantasía y la realidad se entremezclan. Incluso, tenemos la participación de Robert Englund (quien personificó a Freddie Krueger) como un personaje particular de esta nueva temporada. La parte visual también ayuda a que el universo se vuelva creíble, los efectos especiales y la construcción de los monstruos están muy bien logrados.

A pesar de que nos encontramos con capítulos mucho más largos y algunas subtramas no tan interesantes, la primera parte de la cuarta temporada de «Stranger Things» es un deleite narrativo y visual. Una entrega que se acerca mucho más al terror desde su historia y su estética, la cual va tomando mayor ritmo a medida que avanzan los episodios. Un universo bien construido que atrapa, entretiene y nos involucra con la vida de cada personaje. Ahora resta por esperar que se estrenen los dos últimos episodios de esta temporada en el mes de julio por Netflix. Seguramente valdrá la pena.

Tráiler:

 

Samantha Schuster

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