Crítica de «Ambulancia» de Michael Bay (2022)
Si hablamos de grandilocuencia en el cine, un despliegue visual impactante, persecuciones y explosiones, seguramente en la primera persona que pensamos para llevar una historia así a la pantalla grande es Michael Bay. Con varios éxitos entre los cuales se encuentran «Bad Boys», «Armaggedon», «Pearl Harbour» y «Transformers», el director norteamericano es un símbolo del uso de efectos especiales y rápidas narraciones.
Este año volvió al cine para traernos «Ambulancia», una película frenética que a pesar de algunas decisiones un poco cuestionables y no seguir la regla de «a veces menos es más», nos brinda más de dos horas a pura tensión y entretenimiento.
«Ambulancia» se centra en Will Sharp, un veterano de guerra que está desesperado por conseguir dinero para cubrir las deudas médicas de su esposa. Sin que ella sepa, recurre a su hermano adoptivo Danny, quien está vinculado a actividades no del todo legales. Para llegar a esa plata, le ofrece participar de un robo a un banco, el más grande en la historia de la ciudad. Cuando las cosas se complican durante el escape, secuestran una ambulancia con un policía herido y una paramédica. Es así como deberán huir de un inmenso despliegue de fuerzas de seguridad que se encuentra por toda la ciudad para conseguir una nueva vida.
Basada en la película danesa «Ambulancen» de Laurits Munch-Petersen y Lars Andreas Pedersen, la versión norteamericana se destaca por sus escenas de acción, su ritmo frenético que no nos da respiro por más de dos horas y por el clima de tensión y suspenso que mantiene en todo momento. Sin haber visto el film original, no sabemos si estamos frente a una copia fiel o si la historia se adaptó a la idiosincrasia estadounidense, pero de todas maneras cumple con lo que se propone.
Michael Bay, como de costumbre, sabe cómo brindarnos una película de acción despampanante. Siempre sabe dónde poner el ojo para mostrar un plano novedoso, centrándose por momentos en ciertos detalles y por otros en un despliegue más genérico. En ciertas secuencias todo esto se vuelve demasiado, la cámara no para de moverse de un lado al otro, mareando un poco al espectador. A veces no siempre es necesario utilizar todos los recursos para impactar.
En cuanto a la historia, tal vez no nos encontramos con algo demasiado original. Hombre bueno que está en una situación límite y hace algo que no corresponde por un fin mayor es algo que hemos visto en un sinfín de oportunidades, pero lo más interesante del largometraje pasa por las persecuciones, las ingeniosas maneras de salir airosos y algunas reflexiones que se dan en el camino. En todo momento los personajes están en peligro, tanto del lado de los buenos como el de los villanos, haciendo que se vuelva más realista e impredecible, con varios giros sorprendentes. También hay que decir que existen algunas decisiones argumentales un poco tiradas de los pelos, como vínculos entre personajes que surgen de la nada y no le suman a la trama.
Jake Gyllenhaal, Yahya Abdul-Mateen II y Eiza González es el trío protagónico que lleva adelante esta historia, con la intervención de varios actores más, pero son quienes más se exponen en el film. Gyllenhaal siempre se destaca en papeles como este, donde su personalidad coquetea con la desesperación y la locura, aunque por momentos pueda sentirse un poco sobreactuado. Abdul-Mateen II y González están correctos en sus papeles, tratando de llevar, por momentos, coherencia a su alrededor.
En síntesis, Michael Bay vuelve a proporcionarnos un film con su sello característico, donde lo visual se encuentra por encima de la historia. No porque le falte cierta profundidad, sino porque se enfoca más en brindarnos un show explosivo que en traer una trama novedosa y cuyas decisiones narrativas cierren por todos lados. Para los que busquen explosiones, persecuciones, dos horas de tensión, suspenso y un ritmo frenético que no decae seguramente queden más que satisfechos, el resto tal vez pase solamente un rato entretenido y no mucho más.
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Samantha Schuster