Crítica de «Laberinto de Mentiras» de Giulio Riccarelli (2014)

Los hechos más graves de la historia no pueden olvidarse y deben persistir en la memoria; hablarse y mostrarse para que nunca más se vuelvan a repetir. Y el cine alemán tiene en claro esta cuestión y es por eso que existen una gran cantidad de películas destinadas a tratar la temática del nazismo y sus consecuencias.

“Laberinto de Mentiras”, de Giulio Riccarelli, es un drama que se enmarca en este tema, pero con una mirada particular y original. La trama se centra en Johannes, un joven que hace poco entró a trabajar en una fiscalía y se dedica a simples infracciones de tránsito. Hasta que un periodista se acerca al establecimiento con un caso tan llamativo como distante para este joven: un artista que estuvo en el campo de concentración Auschwitz reconoció a un comandante de la SS que ahora, en 1958, es un profesor de colegio. Johannes toma el caso y se verá enredado en medio de la búsqueda de la verdad y de las trabas burocráticas de una sociedad que poco tiempo atrás había sido cómplice de los atroces crímenes cometidos.

La mirada interesante que propone el film es la inocencia y la ignorancia de una o varias generaciones que nacieron durante o después del nazismo y no vivieron dichos acontecimientos. Estas características sociales están encarnadas por el protagonista (interpretado por el actor Alexander Fehling, conocido posteriormente por su trabajo en «Homeland», quien hace una muy buena labor). Pero también nos encontramos con personas que durante esa época sí formaron parte conscientemente de esa sociedad y que ahora prefiere callar y olvidar el pasado para seguir adelante.

La película mezcla la historia real con la ficción dramática, dirigiéndose tanto a las personas que saben más sobre el tema, como a quienes lo desconocen. La ambientación y la música de los años ’50 y ’60 generan una mayor credibilidad de la historia.

En síntesis, “Laberinto de Mentiras” presenta una trama muy interesante y atrapante, desde una mirada fresca e inocente, que en sí no muestra ninguna de las atrocidades cometidas, pero que deja lugar a la imaginación del espectador. Tiene buenas actuaciones tanto del protagonista como de los personajes secundarios y nos mantendrá al borde del asiento en todo momento.

Puntaje:

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Samantha Schuster

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