CINE

Woody Allen y su eterno idilio con Nueva York

Nueva York, la ciudad más icónica del mundo, la que posee 19 apodos y la cual no llegó a popularizarse en el planeta entero hasta que Frank Sinatra lo cantó en el filme «New York, New York», dirigido por Martin Scorsese en 1977, con la composición musical de John Kander y la letra de Fred Ebb. Es la ciudad en la que más películas se han rodado.

Una ciudad vibrante, en constante movimiento, llena de vida, de innovaciones que se quedan el tiempo suficiente para convertirse en tradición. Es que, entre el encanto, lo extraordinario y refrescante, se explica su belleza e idilio con el cine. Con tantos lugares que pertenecen a la memoria colectiva gracias a la literatura, al séptimo arte, a la música y la pintura,

Es así como podemos entender la relación de Woody Allen con el emblemático sitio, el cual es recurrente en sus cintas junto a guiones muy sólidos, profundos e interesantes.

Así como el cine para Allen ha sido por años, por décadas un gran canalizador de sus sentimientos más profundos, Nueva York es una gran extensión de sí mismo. ¿Recuerdan la mención de la gran variedad de alias? Estos dicen mucho del maestro de las historias más sencillas pero con más contenido que hemos disfrutado: “La ciudad que nunca duerme», obtuvo muchas denominaciones a través de los años donde cada una tiene su historia, entre ellas podemos citar: “El Imperio ”, “la Moderna Gomorra», «la Ciudad de las Iglesias», «La Ciudad de los Locos del Hudson», “Gotham”, “La Gran Manzana” , “La Selva de Asfalto”, todas encierran mucho de lo que constantemente el estadounidense hace hincapié: la religión, el sexo, la muerte, el amor, la locura, el dinero, pero a la vez plasmando una ciudad oscura, peligrosa o fría, siempre acompañado de ironías y sarcasmo para quitarle importancia a las situaciones más comprometidas o dramáticas que puedan suceder en sus películas. Además, al mismo tiempo interpreta o coloca personajes con papeles neuróticos, inseguros y enamorados, (lo cual nos hace pensar que se está representando a sí mismo).

Ha recibido muchos elogios y honores a lo largo de su carrera. Ganó cuatro Premios de la Academia: tres al Mejor Guión Original y uno al Mejor Director. También obtuvo nueve premios de la Academia Británica de Cine. Su guion para «Annie Hall» fue nombrado el guion más divertido por el Writers Guild of America en su lista de los «101 guiones más divertidos».

Así que podemos decir tal como su ciudad favorita, el director, escritor y actor que lleva más de seis décadas con una filmografía de más de 45 películas, se ha vuelto un ícono del séptimo arte. De las infinitas versiones de la ciudad que se han mostrado en el cine, las de Woody Allen son las más reconocibles y paradigmáticas: una Nueva York llena de cines, restaurantes maravillosos, personajes en una constante montaña rusa emocional y fiestas con intelectuales.

La prueba está aquí, comenzamos de la siguiente manera: «Annie Hall» («Dos extraños amantes», 1977) es también un punto de inflexión en su relación con Nueva York y la primera vez que la ciudad se convierte en eso tan cacareado de “un personaje más”. Es neurótico y orgullosamente neoyorkino, y añorará profundamente la ciudad en su experiencia en la hedonista, soleada y cocainística California. Además, inició aquí a sentar las bases de esa Nueva York woodyalleniana que habita en el inconsciente colectivo y que continuó en varias de sus otras películas:

“Manhattan” (1979): La película entera es una expresión de amor a la ciudad y prácticamente cada uno de sus fotogramas en glorioso blanco y negro aluden a su espíritu y rincones. La obra también ayudó a cimentar la fama de esos locales en los que aún hoy, 40 años después, sigue entrando gente por el recuerdo de la película. Además, el muy intelectual personaje interpretado por Diane Keaton es asidua a museos.

“Broadway Danny Rose” (1984): Rinde tributo desde la modestia al mundo de Broadway con más sombras que luces mediante frescura y naturalidad. En esta película, Allen es la reencarnación del perdedor redomado, un tipo que exhala melancolía a raudales persiguiendo objetivos inalcanzables con esfuerzos inútiles. Un homenaje al mundo de la farándula que debió conocer muy bien Woody en sus comienzos.

“Hannah y sus Hermanas” (1986): Enredo familiar que transcurre durante Acción de Gracias, también vemos crisis existencial. En la película aparece además el famoso Café Carlyle que Allen convirtió en doblemente mítico tocando el clarinete semanalmente en él. Y en esta obra se incluye otro de esos gestos de ruptura entre persona y personaje que tanto se han dado en su carrera.

“Días De Radio” (1987): Es otro homenaje a Nueva York, en el que explora sus recuerdos de infancia a través de la música jazz, en una afortunada recreación ambiental de los años 40’. Narrada por el propio Woody Allen.

“Todos Dicen I Love You” (1996): Aquí decidió darse el capricho de rodar un musical con sus canciones favoritas y localizarlo en lugares predilectos del mundo: París, Venecia y obviamente Nueva York. En la parte neoyorquina es una delicia contemplar Central Park a través de las cuatro estaciones y ver las características muy propias de los personajes de Park Avenue, enamorarse al ritmo de números musicales que incluyen uno con gafas y bigote a lo Groucho Marx.

“Si La Cosa Funciona” (2009): Incursión en su adorada ciudad, esta historia de romance anciano-jovencita, tiene una estupenda combinación de sitios de moda y con clásicos que nunca fallan, como si el director quisiera resarcirse de los años sin rodar en la ciudad.

Estas son algunas de las razones que explican por qué Woody Allen es uno de los genios multidisciplinares de las últimas décadas el cine. Nueva York posee todo lo que necesitaba para expresarse creativamente, ya que en gran parte es un espejo y canalizador, así como el perfecto hilo conductor, por cada elemento que tiene para llevar adelantes sus historias que se han vuelto míticas e inolvidables, no solo dejando capas y capas propias, sino tanto por reflexiones como conceptos en lo que diariamente no nos detenemos para reflexionar. Y obligadamente Allen te lleva a ese lugar.

 

Noelia Giacometto

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