Crítica de «Los asesinos de la luna» de Martin Scorsese (2023)

La etapa crepuscular de los más grandes exponentes del séptimo arte suele reemplazar su visceralidad inicial por una similar intensidad en las reflexiones con las que se fueron topando en las décadas entre sus primeros y últimos trabajos. Como con «El Irlandés» en 2019, algunos no tan interesados pecan con su creencia de que las largas duraciones aguan esas experiencias. Seguramente para los necios 100 años sea demasiada soledad, pero Scorsese entiende que cada minuto de sus narrativas moldea la experiencia exactamente como él y sus excepcionales colaboradores lo buscaron. En «Killers of the Flower Moon», el resultado es una destilación de la experiencia vintage del Scorsese coral más clásico a lo «Goodfellas», «Casino» o «Gangs of New York», envalentonada con unos puntualizados elementos que muy conscientemente el maestro procuró sumar a su repertorio.

La cinta adapta el libro de no ficción que relata la historia real de los asesinatos de nativos estadounidenses de la comunidad originaria más rica per cápita del planeta, aunque deja un poco de lado el protagonismo que las páginas le daban a la investigación efectuada en ese entonces por un recientemente formado FBI. El filme, en cambio, propone entregarle completamente el protagonismo a los miembros de la comunidad de nativos, los Osage, y a los blancos que en el mejor de los casos buscaban aprovecharse de ellos o de ser posible matarlos para quedarse con todo lo que podían. En términos simples, Scorsese y el guionista seis veces nominado al Oscar por Mejor Adaptación Eric Roth («Forrest Gump», «Munich», «Dune» de 2021) decidieron quitar el foco de la historia en la celebración barata del excepcionalismo para en su lugar mostrar la totalidad de la experiencia norteamericana: los que florecen y los que los asesinan.

En entrevistas durante la promoción de la película, Scorsese señaló cómo una vez terminado el guion decidió rehacerlo casi por completo al caer en la cuenta que solo se concentraba en los personajes blancos de una tragedia inherentemente Osage. Si bien los personajes de DiCaprio, en uno de sus roles poco pochocleros más interesantes hasta la fecha, o de De Niro, en un papel que le permite flexionar músculos no tan ejercitados en su gloriosa carrera, no se vieron para nada afectados en lo estrictamente referido a los minutos en pantalla, el mayor afectado haya sido seguramente Jesse Plemons («Breaking Bad», «Fargo») como el investigador del FBI que se suma en la segunda mitad de la cinta cuando sin dudas estaría a la par de los otros dos de adaptar estrictamente el trabajo literario. Las grandes beneficiadas del cambio son la audiencia y Lily Gladstone («Certain Women», «First Cow»). Si la actuación de Gladstone le ameritara con justicia casi todo premio habido y por haber, es realmente admirable cómo su presencia engulle la pantalla incluso cuando la comparte con DiCaprio o De Niro. Pero la enormidad de la performance y su personaje además hacen que cada escena del filme sin ninguno de sus protagonistas tenga inherentemente una potencia temática anclada en su personaje como principal faro narrativo.

Las películas de Martin Scorsese suelen tener violencia física y violencia todavía peor, trabajar sobre lo doloroso de perder la fe y del más terrible peso de mantenerla. Se centran en un grupo de malvivientes viviendo como pueden o en un protagonista sufriendo una existencia tan celebrada como maldita. «Killers of the Flower Moon» renueva todas estas temáticas que obsesionaron a Scorsese toda su vida en una superproducción totalmente moderna en carácter y narrativa, enaltecida por supuesto con la calidad superlativa de los intérpretes tanto delante como detrás de cámara.

«Los Asesinos de la Luna» expresa un carácter cíclico en la violencia a la que nos expone la vida, pero lo hace con la noción compartida de una comunidad que sabe que todo pasa y que espera que las dolencias presentes al menos asfalten el camino de generaciones futuras. Un giro positivo a lo que uno interpreta como el Scorsese más usual, pero no falto de la sangre y crimen que lo caracteriza. Al igual del cambio de foco para que la narrativa se centre todavía más en personajes en los que «inconscientemente» no se enfocaría tanto, o el agregado de un tono similar al de su admirado pupilo Ari Aster que le brinda a las escenas más sombrías o de luto un tono casi ajeno a lo simplemente terrenal, estados varios aunque leves cambios le dan a este trabajo una sensación de progresión no vista normalmente en artistas octogenarios. Afortunadamente Scorsese no es un cineasta normal, no tiene una carrera corriente y no entrega películas que no sean excepcionales.

Véanla como quieran, hay escenas y momentos que fuera del cine pasarían meramente a ser narrativamente trascendentales en lugar de una experiencia superadora. Intenten ser adultos que controlan su cuerpo durante menos de 4 horas seguidas y hagan el sacrificio de poner los caprichos diarios de lado para experimentar uno de los últimos trabajos del cineasta más importante con el que están compartiendo unos años de contemporaneidad.

Puntaje:

 

 

Tráiler:

 

Leandro Porcelli

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *