Entrevista a Martín Kraut, director de «La dosis»

El jueves pasado se estrenó «La dosis», un thriller psicológico muy interesante que no solo logra inquietar y perturbar al espectador, sino también hacerlo reflexionar acerca de temáticas poco tratadas en el cine nacional. La película cuenta la historia de un enfermero muy dedicado pero con un oscuro secreto que deberá competir con un colega nuevo que llega al hospital y empieza a quitarle el control.

En Cinéfilo Serial hablamos con su director, Martín Kraut, quien nos contó cómo surgió la idea del film, cómo fue el proceso de escritura, del casting y del rodaje y qué proyectos tiene para futuro.

– La película surgió a partir de un caso uruguayo donde unos enfermeros le aplicaban la eutanasia a los pacientes. ¿Por qué te interesó esta historia en particular? ¿Cuánto de la historia real terminó quedando en el guion? 

– Es difícil explicar el por qué de un interés. Como guionista hay cosas que nos «vibran» y nos hacen sentir que van por el lado de lo que queremos contar. Algo así me pasó cuando me enteré del caso en 2012: sentí de inmediato que daba para una película. El mundo nocturno de las clínicas, la eutanasia, el trabajo de los enfermeros, la competencia entre ellos… todo me atrajo. Sin embargo el caso nunca se resolvió, por lo que no se sabe mucho realmente de la historia «real». A partir de eso me «liberé» justamente de lo poco que se sabía, fui investigando otros casos (como el de Niels Högel en Alemania o Ayumi Kuboki en Japón) y desarrollando mi propia historia.

– ¿Cómo fue la construcción de los personajes protagónicos? 

– La construcción de los personajes y el guión llevó mucho tiempo. Fueron varios años de escrituras y reescrituras, talleres y asesorías. Un proceso interesante y muy trabajado. Era muy importante lograr una dinámica interesante entre los dos protagonistas e ir dosificando la información que se le da al espectador.

– ¿Realizaste alguna investigación previa o consultaste con médicos y enfermeros para conocer más su trabajo?

– Durante esos años investigué bastante, visité terapias intensivas y entrevisté a varios médicos y enfermeros. Fui recabando información y chequeando lo que iba escribiendo para que fuera todo lo más acertado posible y también para entender cómo se vive la cotidianeidad en una terapia intensiva.

– ¿Cómo llegaron Carlos Portaluppi e Ignacio Rogers a sus papeles? 

– Durante la escritura del guión no tenía muy claro aún quiénes debían encarnar a los personajes. Una vez que ganamos el concurso Ópera Prima de INCAA en 2017 y sabía que la película se realizaría, ahí me puse a pensar más en detalle. El nombre de Carlos fue decantando solo: es sin dudas uno de los grandes actores argentinos de la actualidad, esos tipos a los que uno les cree todo. Sus papeles en general, aunque sean «malvados» siempre tienen algo de ternura y eso es algo que me interesaba mucho para el protagonista de «La dosis». Apenas le propuse participar se vio entusiasmado y empezamos un hermoso trayecto juntos.

Una vez elegido Carlos era importante que el antagonista funcionara como contrapunto. Nacho es más pequeño, de estilo más dócil y sentí que harían una gran dupla. Y finalmente Lorena Vega cerró el triángulo.

– ¿Cómo fue el trabajo con ellos para componer a estos personajes contrapuestos? ¿Cómo hicieron para ir construyendo esa relación que se plasma tan bien en pantalla?

– El trabajo con ellos fue fluido y muy interesante. Lecturas de guion, pequeños ensayos, idas y vueltas con preguntas, referencias y conceptos a desarrollar. Es un placer trabajar con actores del nivel de ellos dado que le aportan muchísimo al personaje: uno como guionista-director en un momento «entrega» parte del personaje y el actor se apropia. Es un proceso maravilloso del que me alegra haber sido parte.

– El clima del film es una pieza clave para que la historia se desarrolle y genere esa tensión necesaria, ¿cómo fue el trabajo con la fotografía, el sonido y la ambientación?

– Desde el comienzo sabía que el clima nocturno, rutinario y denso era algo clave para la película. Si bien trabajo como realizador y director, también mucho de mi trabajo está vinculado a la fotografía. Así que tenía bastante claro que la puesta de cámara debía ayudar a transmitir encierro y generar un vínculo de cercanía con el protagonista. Haber trabajado con un maestro de la cámara como Gustavo Biazzi fue una experiencia maravillosa: él además de director de fotografía tiene experiencia como director y me acompañó también desde ese lugar. La ambientación fue realizada por Juan Giribaldi y Julia Curi Antún, que hicieron un gran laburo especialmente acondicionando la terapia intensiva: se trata de una sala que estuvo unos quince años abandonada en el hospital Israelita. Una vez que dimos con ese espacio ellos se encargaron de transformarla en lo que yo necesitaba, un espacio integrado, amplio pero también que transmitiera cierta sensación de encierro. Entre todos elegimos las tonalidades, destacando los verdes y azules, tonos fríos que acompañan toda la película.

El sonido -muchas veces olvidado por los realizadores- es para mí una parte crucial de la narración cinematográfica. Siempre fue un factor que tuve en cuenta en mis proyectos audiovisuales: soy músico y tengo claro que la dimensión sonora, más sutil que la visual, puede darnos muchísimo en una película. Por eso elegí trabajar con Manuel de Andrés, experimentado y osado en la postproducción de sonido, que venía de trabajar con Lucrecia Martel en Zama. Fueron varias semanas de trabajo buscando que el sonido, sin llamar mucho la atención, acompañara la sensación de extravío y perturbación que va creciendo a medida que avanza la película.

– ¿Cuál fue el mayor desafío durante el rodaje?

– Desde el punto de vista de director/guionista diría que plasmar en escena lo que uno escribió durante varios años es el mayor desafío. Uno se pasó mucho tiempo escribiendo cada situación y de golpe debe filmarla, resolverla íntegramente, en un puñado de horas. Tratar de estar a la altura de lo que uno imaginó y, de ser posible, superarlo, es un gran reto.

Después por supuesto está el lado de productor, dado que produje la película junto con Pablo Chernov. Conseguir la terapia intensiva fue bastante complejo pero el mayor desafío es, digamos, llevar el barco a buen puerto: lograr en 21 días filmar todo el guion, cumplir con los tiempos y tratar de que todo funcione bien. Por suerte logramos el objetivo, más allá de que uno siempre aprende y se nutre de la experiencia que está llena de tropiezos, errores y descubrimientos.

– «La dosis» no solo nos entretiene y atrapa, sino que se toca temas importantes y no tan tratados en el cine, como la eutanasia, el trato a los pacientes, la etica profesional. ¿Se buscaba esto desde un principio? ¿Cuál es tu objetivo con el film?

– Sí, fue una búsqueda que siempre estuvo presente. Tuve el honor de estudiar con el gran Mauricio Kartún y él siempre destaca la importancia de entretener, atrapar al espectador, pero para poder contar algo. Usa una hermosa imagen: el espectador y el director como dos peleadores de sumo en un círculo; uno, como director, debe atrapar (entretener, «tener-entre») al espectador para poder decirle poesía al oído. Algo de eso estuvo desde el comienzo: utilizar el suspenso, el género, para que el espectador mantenga su atención. Una vez logrado eso es importante poder plantear temáticas, decir algo que genere una reacción en quien está mirando. No pretendo dar respuestas sino plantear preguntas sin bajar línea. Mi objetivo tiene que ver con eso: que la película encuentre en cada espectador nuevas miradas, distintas preguntas y que cada uno vaya planteando sus propias respuestas. No apunto a cuestionar la labor de los enfermeros sino poder poner el ojo sobre el sistema médico que, así como está lleno de héroes que entregan su tiempo y su vida, también a veces prioriza lo económico por sobre lo humano y la salud. La eutanasia, como toda decisión sobre el propio cuerpo, me parece que es una discusión que tenemos pendiente como sociedad.

– La película estuvo en varios festivales importantes, ¿cómo fue la repercusión fuera del país y cómo crees que será la reacción del público argentino, sobre todo teniendo en cuenta el contexto en el que estamos viviendo, el cual va a poder acceder al film de forma masiva y gratuita?

– Tuvimos nuestro estreno mundial en Rotterdam en enero. Fue una experiencia hermosa poder presentar la película en una gran sala llena y con muy buena repercusión. Más aún a la luz de lo que fue sucediendo después. Luego estuvo en Corea, en Montreal, en Taiwán y más recientemente en Estados Unidos, donde ganamos un premio en el festival Heartland. En general tuvimos muy buenos comentarios y reacciones, lo cual es una enorme alegría para mí. Todo lo que viene sucediendo supera mis expectativas.

Respecto a la reacción aquí en Argentina espero que sea positiva. Estamos teniendo mucha difusión y se generó cierta expectativa alrededor del film. Más allá de lamentar no poder presentar en salas, valoro mucho que el estreno televisivo y online permita llegar de manera gratuita a todo el país. Creo que es muy importante federalizar la cultura y poder intercambiar nuestras expresiones artísticas en todo el país. Espero que la reacción sea positiva, pero lo más importante es que la película se vea: poder plantear preguntas, debates y poner sobre la mesa ciertas cuestiones es mi principal objetivo.

– ¿Tenes en mente otros proyectos? ¿estás trabajando en algo?

– Desde que terminó el rodaje de «La dosis» empecé a escribir. Es algo que me apasiona desde chico y me ayudó a ir llevando cada uno de los «duelos» que suceden al terminar el rodaje, la edición, el sonido. La pandemia, con todas sus cosas negativas, tuvo de bueno que me dio tiempo para desarrollar distintos proyectos. Especialmente vengo poniéndole energía a «La rutina del espía», un proyecto de guion que espero sea mi próximo largometraje: es una historia de espías sin glamour, tratando de profundizar en el mundo de los infiltrados y los servicios de inteligencia, algo tan apasionante como delicado en nuestro país.

 

Samantha Schuster

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